Estábamos dando una vuelta cuando, de pronto, el rugido de una moto pasó a nuestro lado cortando el aire, tan cerca que me revolvió el pelo. Al oírlo se me atascó un latido.
- Me encantan las motos -. dije, casi sin pensar.
- ¿Por alguna razón en especial? - preguntó ella, sonriente.
-No... bueno, si, puede ser. Es que a veces van tan rápido que parece que van a alcanzar al Tiempo, ¿sabes? -
Antes de decirlo en voz alta me sonaba absurdo, pero la miré a los ojos y así, de repente, la idea cobró sentido. Solía pasar cuando estabas con Marta, las cosas que estando sola te habrían parecido una locura, junto a ella podías sentirlas tan cerca que serías capaz de rozarlas con los dedos si estirabas la mano.
- Buena razón - dijo -. Yo he montado en una alguna vez.
- No tenía ni idea ... ¿Cómo es?
- Es una sensación maravillosa, al menos para mí. Sientes bajo tus piernas el ronroneo del motor, y parece que tus ganas vibran con él. Y lo mejor de todo es que parece que tus sueños, de repente, forman parte de sus engranajes.
- Guau.
- Si, pero no tiene nada que ver con atrapar el Tiempo, para eso no necesitas velocidad. Todo lo contrario, si vas muy deprisa puedes perderlo antes de que te des cuenta.
- Pero Marta, si no corres se te escapa, ¿no?
- No es exactamente así, lo que tienes que hacer es aprender a correr sin prisa. Y, si lo atrapas, alargar cada segundo, como si se te estuviera acabando la gasolina.
La verdad es que, secretamente, yo seguí deseando pisar el acelerador y comerme el mundo, los segundos y los años, pero traté de hacerle caso y buscarle significado a aquello de "correr sin prisa".