viernes, 28 de enero de 2011

Laughing out loud.

20 de Enero. Yoli, que acaba de cumplir nueve años, convence a su hermana Mia para que salga a la nieve con ella. Está tan contenta que se deja la bufanda y corre hasta la casa de Paul para que también salga a jugar.

Quince minutos después los tres están en el descampado, hundiendo sus botas en una capa de al menos doce centímetros de nieve.
Mia tiene los pies helados, pero antes de llegar a sentir el frío en las manos hace una bola y se la tira a Yoli, que la esquiva agachándose y contraataca con la ayuda de su amigo.

Al rato los dos pequeños se olvidan de ella y Mia se aleja un poco para contemplar, ensimismada, lo bonitos que son los copos que caen a la altura de sus ojos.
Justo en el momento en el que uno de ellos se deshace al llegar a sus labios, alguien la agarra bruscamente por detrás. Ella siente la respiración de la persona que está detrás de ella y la suya, asustada, se para en seco. Pero entonces mira con más atención los brazos que la atrapan y se da cuenta, son las mangas de su abrigo verde oscuro, es Daniel. Él tira de ella, que, sin querer, suelta un grito divertido. Se resbala y los dos caen hacia atrás. Mia rompe a reír y él secunda su risa. - ¿Por qué te tiras al suelo, boba, es que quieres matarnos a los dos? -


Yoli se detiene en medio de su lanzamiento para mirar a su hermana y refunfuña - ¿Por qué ha tenido que venir él?

- ¿Por qué lo dices? - pregunta Paul.

- ¿Es que no les has oído reírse? Una carcajada más como esa y derretirán toda la nieve.

domingo, 16 de enero de 2011

Ella se cargó mi grupo favorito.

Era Domingo por la tarde, y Eva y Mike estaban en casa de Carlos, en la cocina.

- Es por eso por lo que le guardo rencor a Nuria - estaba diciendo Carlos.

Eva estaba sentada en la encimera de la cocina - ¿Y tú Mike? ¿Qué fue lo peor que te hizo Irene? - le preguntó.

Mike le pegó un trago a su botellín antes de contestar - Con el tiempo conseguí olvidarlo casi todo. Ya sabes, el día que la conocí, los besos, el sexo, su risa... pero cuando oigo las canciones que compartíamos todo vuelve y se clava dentro. Me deja sin respirar, y la verdad es que entonces la echo tanto de menos que tengo que apagar la radio y salir de casa. A veces incluso apago el móvil para no llamarla. Por su culpa la música de Pereza se ha vuelto un tabú para mí. Ella se cargó mi grupo favorito, eso ha sido lo peor, si duda.

- Como jode eso, ¿eh? Tienes toda la razón, al final lo que no se borra son las canciones. Dos acordes y, plaf, te entra el bajón - Le contestó Carlos -. Nunca cometas el error de entregarle en bandeja tu grupo favorito.

- Estás tonto, Mike - Añadió ella.

- No es verdad, estaba loco por ella, eso es todo - Le dijo él encongiéndose de hombros mientras le sonreía.

Eva ladeó la cabeza y sonrió también- Sois los dos un par de sensiblones -. sentenció. A ella nadie le arrebataría a sus Rolling, los llevaba cosidos a los vaqueros.

- No voy a negártelo - cedió Carlos con una sonrisa.

Mike fingió ofenderse - ¡Yo sí! -

Los tres se echaron a reír. Eva se impulsó con las manos y se bajó de la encimera. - Me voy, poetas, que os vaya bien -. Lanzó un beso con la mano y se marchó dejando su perfume cítrico y su gesto resuelto en el aire.

- No puede ser tan dura, te lo digo yo - dijo Mike.

miércoles, 5 de enero de 2011

Las desilusiones escuecen.

Todavía me acuerdo del día en que Marta me dijo que esa tarde prefería pasear sola. No tenía ojeras ni nada por el estilo, pero si conocías bien sus ojos marrones te dabas cuenta de que no estaban como siempre, a mí me pareció que llevaban por dentro un día de niebla. Yo estaba muy preocupada, fuera lo que fuera que le había pasado no podía ser bueno si volvía sus ojos grises.

- Pero Marta... ¿qué te pasa?

Ella tomó mucho aire y suspiró, bajando los párpados. Supongo que intentaba ocultar algún tipo de agitación dentro del día gris de su mirada.

- Nada importante -. contestó, pero en seguida supe que eso no era verdad. Tú también lo habrías notado, Marta nunca supo mentir.

Estuvo en silencio durante un par de minutos, y yo no le dije nada porque sabía que acabaría por contarmelo si no la agobiaba. Por la forma en que miró al suelo y se tocó el pelo supuse que quería decirme una de esas cosas que cuesta decir en voz alta.

- Hay un chico que me gusta bastante, Laura -.

Al principio esto me pareció una buena noticia, pero cuando volví a reparar en la nube de sus ojos cambié de opinión. Marta siguió hablando- Y yo a él también le gustaba mucho, pero... ya no.

- ¿Cómo estás tan segura? - le pregunté

- Porque lo ví. Verás, estábamos juntos, él estaba justo en frente de mí, como tú ahora o tal vez más cerca. Mirándome, dejando en mi tripa un vértigo chiquitín y calentándome las mejillas cuando de repente... - Inspiró otra vez y sin dejar de mirarme continuó - de repente, desde sus pupilas, una pequeña supernova dejó suspendido un destello triste, y al momento el brillo de sus ojos se había extinguido. Y incrédula comprobé que la conexión que hasta entonces habia entre los dos se había roto. Nuestra complicidad y la manera en la que hasta ese momento habíamos hablado en sileciohabían quedado reducidas a... polvo. O a mí, que seguía teniendo ganas de besarle, de hacerle un guiño sin pestañear y juntar sus ganas con las mías, mientras que él parecía haberse alejado muchos metros de repente sin haberse movido de su sitio.

- ¿Qué sentiste entonces?

- Tienes que saber que yo ya me había dado cuenta de que él estaba un poco raro los últimos días... pero nunca quise pensar que no fuera una de mis tonterias. Así que me llevé una desilusión al darme cuenta de que no era ninguna tontería, realmente él ya no sentía nada por mí y yo estaba allí quieta, sin poder atrapar a los sentimientos que se habían desintegrado en aquella supernova, pero perfectamente consciente de que algo había cambiado, se habían esfumado. Me sentí como si una ola de crueldad salada se tirara encima de mi castillo. Lo cubrió todo y cuando se retiró no quedaba ni un montoncito de arena ilusionada, ni rastro de mi castillo. Y... escoció mucho, como cuando te metes en el mar y tienes una herida en la pierna -.

- Lo siento.

- Tranquila, estoy bien.

Sabía que no tenía ganas de hablar de ello, así que le sonreí, intentando decirle sin palabras que podía irse. Supongo que me entendió porque después de darme un cariñoso beso en la mejilla se fue a pasear con las manos metidas en los bolsillos sin decir nada. Cuando la oí sollozar unos metros más allá comprendí que lo que yo había pensado que era niebla no eran más que ganas de llorar.