sábado, 2 de julio de 2011

Érase una vez, miradas astronautas.

¿Qué tal va el verano? Espero que tengáis ya una buena dosis de emociones disueltas en agua de piscina. :)

Yo me voy de viaje dentro de unos días, y es posible que hasta agosto no tenga mucho tiempo para pasar por aquí. De todas formas os dejo un texto que escribí anoche como despedida, y os agradecería mucho que no dejarais de venir de vez en cuando para regar mi inspiración con algún comentario, y así de paso evitáis que esto se llene de polvo mientras yo no esté. ¿Os parece?

Yo trataré de pasarme por vuestros blogs, cosa que por cierto sigo haciendo, aunque últimamente no haya podido comentar. Y... nada más, desearos un mes cargado de experiencias nuevas, de sonrisas, de polvo de estrellas, de recuerdos que derritan el frío en invierno y, por qué no, de miradas astronautas.


Érase una vez, miradas astronautas

Y no en un mundo lejano, ni en un tiempo remoto, si no aquí mismo. Ayer, hoy, puede que mañana; cada vez que tú y yo nos miramos.
Porque en mitad de este mundo contaminado también hay cosas que valen la pena. No hay sangre azul (ni falta que hace), pero sí miradas que vuelan. Y es que me encanta cuando nos miramos así, como antes.

Cuando lo hacemos, nuestra complicidad estalla en miles de bengalas chiquititas y me acelera el corazón. Entonces, mis sentimientos se lanzan a mis pupilas en un gesto kamikaze y confiesan que tienen ganas de besarte. Es una suerte que tus ojos respondan como lo hacen, con una mirada que nos arrastra hasta que estamos piel contra piel, a pesar de no habernos movido del sitio. Cuando nos miramos así, un sentimiento extraño surge de nuevo entre nosotros y se expande, hasta inundarlo todo. Su magia es tan fuerte que a veces sigue expandiéndose y se hace tan grande que, en mitad del día más soleado de verano, es capaz de alcanzar la cara oculta de la luna. Cuando llega allí arriba, aprovechando su ingravidez, da unas cuantas volteretas, y mientras lo hace yo puedo sentir su vértigo en mi tripa, como si con solo mirarme me hubieras convertido en una pequeña trapecista espacial.