jueves, 28 de octubre de 2010

Y por pedir, que no quede

Me preguntaste qué es lo que quiero, bien, pues déjame intentar explicarlo. Intentaré ser clara, y tranquilo, sé que a lo mejor pido demasiado.

Quiero que te pierdas en mis ojos a menudo, para poder buscarte sonriendo y quererte un poco más. Y que me digas que me quieres, ya sea por escrito, entre sábanas o entre crujidos de hojas secas mientras caminas a mi lado.

Quiero que sepas besarme, que sepas cuándo y como, y que nunca te cueste encontrar el por qué. A veces tendrás que esforzarte por entender mis gestos, pero espero que te quedes el tiempo suficiente como para acostumbrarte a ellos. Te doy una pista, ¿vale? Si sonrio con un amago de suficiencia, como si te retara mientras levanto las cejas, y mis ojos brillan un poco buscando la complicidad de los tuyos, quiero uno de esos besos que terminan en un mordisco juguetón. De esos que se cansan de la boca y buscan entretenerse más abajo, empezando siempre por el cuello y haciéndome reír antes de seguir bajando.

Quizás sea un poco exigente, pero cuando estoy mimosa me gustan los besos dulces que se deshacen en la boca como si fueran de algodón de azúcar.

¡Ah! También es muy importante que aprendas a abrazarme, y que nunca te falten ni el tiempo ni las ganas de hacerlo sin motivo. Un consejo, si me ves llorar, no olvides hacerlo apretándome fuerte contra tí, y apoyándo la cabeza en mis hombros para poder besarme la espalda con cariño.
Y otras veces... bueno, otras veces podrías probar a abrazarme tan solo por sentirme cerca, y... si te entran ganas de sentirme más cerca todavía no tienes más que decírmelo en un susurro mientras recorres mi espalda con los dedos, y te darás cuenta de que no te pongo difícil que toques mis ganas de tocarte, ni que te quedes con mis caricias impuras o incluso conquistes mis gemidos atrevidos.

Quiero que no te canses de pensar en mí, y que además no puedas evitar hacerlo.


Verás, cariño, creo que quiero que me ames, con todas y cada una de las consecuencias.

I wanna touch you

¿Que qué me pasa? Que quiero irme, pero sobretodo quiero que tú vengas conmigo. Que ya no me importa lo que piensen, que nos miren. De hecho, si siguen mirando solo conseguirán que quiera besarte con más ganas y que lo grite más alto.
Y eso es todo, porque tengo claro que la única persona que podría separarme de ti en este momento eres tú. Un No, y te prometo que no seguiré insistiendo; pero si me dices que sientes lo mismo, si de verdad quieres abrazarme, hazlo ahora y puedes estar seguro de que voy a parar el mundo, voy a encender la noche y a hacer tangible la niebla, solo por verte sonreír.
Que ya no me vale dormir si no es contigo, que no quiero tocar otro cielo que tus manos... Y si tus ojos brillan, por mi que se apaguen las estrellas.

sábado, 23 de octubre de 2010

Attitude

Lucía forzó los labios en una sonrisa artificial y trató de esconderse detrás de sus mechones morenos.
No me molesté en acercarme a ella con el zoom, su miedo y su desgana se veían desde lejos, y así no llegábamos a ninguna parte.
Apagué mi cámara y me senté a su lado.

- Marcos no entiendo por qué haces esto, si nunca he sido fotogénica, ¡es una pérdida de tiempo!

Pero yo no me iba a rendir tan pronto, llevaba años haciendo fotografías, y de verdad quería que ella tuviera su propio reportaje antes de que me fuera.
Le aparté con suavidad el pelo de la cara y la hice sonreír.

- Si tú no te sientes guapa es inútil, y lo sabes. En esto, como en cualquier otra cosa, en el momento en el que te convences de que no vas a ser capaz hacerlo, en realidad da igual si puedes o no.
Si no clavas la mirada el objetivo, si en lugar de eso te limitas a mirar al frente, tu fragilidad conseguirá desenfocar tu carácter. Puedes desafiar a la cámara o hacerte su cómplice, pero nunca dejes que te asuste la luz del flash, pequeña.

sábado, 16 de octubre de 2010

Todo empezó un martes

Yo salía de la facultad, no tenía planes para el resto de la tarde y abanzaba hacia el piso de mi madre sin mirar al suelo, sorteando a la gente que se agolpaba en las calles de mi ciudad favorita. A lo lejos, un globo azul flotaba por encima de sus cabezas, frenado en su vuelo de ascenso solo por un hilo blanco. Sonreí con una nota de nostalgia dulzona, de pequeña me encantaban esos globos, tanto que en mi cumpleños siempre tenía un par de ellos en mi habitación al despertarme. Poco a poco, el globo y yo acortamos distancias.

Te paraste delante de mi, clavándome en el suelo con tus ojos marrones. Un completo desconocido, bastante guapo, por cierto.
- Si me sonríes, el globo es tuyo. - Dijiste mientras el viento desordenaba tu pelo rubio.
Aunque no me lo hubieras pedido, mis labios se habrían curvado por inercia al ver tu sonrisa, asi que sin más, ante mi expresión atónita y divertida agarraste mi mano derecha y apretaste mis dedos al rededor del hilo, con cuidado. Te fuiste como si tal cosa, y yo me empecé a reír, girándome para ver como te marchabas. Antes de perderte entre la gente, volviste la cabeza y me sonreíste una vez más. Me quedé con ganas de decirte que estabas pirado, pero me gustaba el globo, así que ¿para qué?

A la mañana siguiente, sonreí al verlo sobre mi cabeza. Desayuné y me despedí de mamá, que se iba de viaje. Repasé los apuntes del último día, me duché escuchándo música, me probé la chaqueta nueva... y si te soy sincera, no volví a pensar en tí hasta que el globo se pinchó al rozar la lámpara del techo y explotó dejando caer un papelito doblado varias veces en el suelo.

Al principio no me imaginé que tú lo hubieras puesto dentro, pero resultó que sí. Tenía escrito un número de móvil y una frase en letra cursiva.
"Si me dejas, te invito a una cerveza esta tarde.
(Por si decides guardarme en tu agenda, soy Víctor.)"


lunes, 11 de octubre de 2010

Se le olvida olvidarte

Ganas de besar, de dejar de mentir, de bailar, de olvidar, de largarse montado en una estrella fugaz, de todo menos de tener que seguir aparentando que cuando Marta se largó a él no le importó nada.
Y música, música alta que le sugiere que se deje arrastrar por una copa de facilidad, y el suelo que vibra contagiado por el enorme altavoz. Y sentimientos por organizar, un origami de conclusiones descolocadas, de recuerdos camuflados por el humo del cigarro de la chica de al lado.

Entonces, una sonrisa radiante le invita y él se deja robar eso que llaman control, dejando atrás explicaciones que dar y problemas a los que plantarles cara. Un tequila, y otro, y otro más, y el limón que los endulza es menos ácido que sus recuerdos.

domingo, 10 de octubre de 2010

Reach for a hand to hold

Quiero enrrojecer tus mejillas al sonreír. Que me dediques un sueño y le des forma con acordes suaves. Quiero que vengas, que sonrías, que me abraces, que me beses...

Pero tú limitate a quererme, el resto ya lo hago yo.

domingo, 3 de octubre de 2010

Fix you.

Lara adoraba tumbarse por la noche en su terraza para inventar constelaciones, y los colores alegres de las flores cuando el sol hacía brillar las gotas de rocío que quedaban sobre sus pétalos.
Echaba de menos el verano, y también a él. Andrés la había hecho reír en cada minuto, regalándole sus simpáticos ojos negros y su manera desenfadada de torcer los labios.
Pero él se había ido, y la tarde del uno de Octubre la había pillado desprevenida, sin nadie que la abrazara por detrás para evitar que pasara frío.

Lara estaba desacostumbrada a la lluvia y a esas nubes grisáceas que tan poco le gustaban, e hizo una mueca desilusionada al mirar por la ventana mientras se rodeába el torso con los brazos tratando de entrar en calor. Sus manos frías no supieron consolarla y por un momento, se sintió tan desprotegida como si el cristal que la separaba del olor a hierba mojada se hubiera desvanecido en el aire, y el viento maltrató su sonrisa con la misma facilidad con la que zarandeaba las hojas de los árboles.
Una pequeña y frágil lágrima se precipitó mejilla abajo y ella cerró los ojos.

Con un suspiro, escondió el mal tiempo tras las cortinas y salió de su cuarto. Se metió en el baño y se desnudó, dejando de llorar. Despacio, entró en la ducha y abrió el grifo del agua caliente. Sujetó con la mano derecha la alcachofa y un chorro vaporoso rompió suavemente contra su cuello, deslizándose como una agradable cascada cálida, desde su pecho hasta sus tobillos. Inclinó la cabeza hacia atrás y en agua se enredó en su pelo, dejó que sus párpados descansaran y poco a poco sus recuerdos anaranjados se perdieron entre el vapor que flotaba en la habitación.


* PD: Muchas gracias por tus comentarios, Marcelo. Es bonito saber que alguien se pasa por aquí de vez en cuando. =)