Y míranos, todos callados, como idiotas. Ella se pasaba el día cantando, ¿por qué demonios tenemos que recordarla en silencio?
Si estuviera aquí seguro que sacaría su guitarra y se pondría a tocar. Mary Jane y su pequeñaja eléctrica, como ella la llamaba, inseparables.
Hoy hace diez años que las cuerdas de la pequeñaja cogen polvo en el trastero.
Al recordarla tarareando con la guitarra en la mano empiezo a llorar otra vez. Miro a mi alrededor y no me sorprende comprobar que no soy el único. Tal vez alguno de ellos también esté echando de menos una voz, una canción.
Me pregunto si los desconocidos que me rodean tienen la misma sensación incómoda que yo ahora mismo, si ellos también encuentran esto vacío o por el contrario se sienten a gusto entre el sonido sin decibelios de todos estos corazones rotos.
A mí desde luego que este silencio no me sirve de nada, de nada en absoluto. Ni siquiera si todas las personas de NY se unieran a él serían capaces de rescatar los sueños que quedaron enterrados entre escombros y ceniza aquel fatídico 11 de Septiembre. Ni siquiera el mundo entero en silencio podría devolverme el sonido de su risa.
Ahora su nombre será, para algunos, uno más entre los 2977 que hay grabados en el Memorial. Un nombre más, una vida más cortada sin razón, sin vuelta atrás. Una de las muchas víctimas de lo absurdo y lo cruel del ser humano.
Para otros Mary Jane seguirá siendo hija, hermana, amiga, novia, alumna, la chica del bar... Para mi será siempre MJ, mi niña de ojos verdes.
_________________________________
Por todas las Mary Jane que murieron en aquel atentado, por sus familiares y amigos.
Por todas y cada una de las víctimas de las guerras.