jueves, 23 de diciembre de 2010

Y cada vez que la ves, es la primera.

Ayer Diego le preguntó a Marta qué se siente cuando te enamoras.

Ella sonrió y le dijo que la sensación se puede comparar con el vuelo de una libélula. Que, de repente, esa persona pasa a tu lado y te quedas suspendido el tiempo, como cuando una libélula detiene su vuelo frenético para aletear cerca de una flor. Cuando esa persona deja de mirarte, tu corazón se reanima, latiendo mucho más rápido que antes, bombeando amor a cada una de tus células. Y entonces, como la libélula que se agita en tu interior, corres muy deprisa hasta que la alcanzas.

Diego y yo la mirábamos con los ojos brillantes.

- ¿Y luego qué, Marta?

- Luego nada, simplemente esa persona sonríe... y para tu mundo otra vez, con una sacudida tan fuerte y a la vez tan dulce que no te queda ninguna duda de que es para siempre.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Y al soplar, el aire se volvía blanco

Nevaba. Tanto que las farolas estaban cubiertas de nieve, como las aceras y los tejados de las casas. No sé cómo Peter me aguantó la mirada sin pestañear, ni por qué no protestó por el frío que hacía. De hecho no sé cómo no se había cansado ya de mí hacía mucho, mucho tiempo.

- Vamos, Ana, deja de poner esa cara, ¿desde cuando te gusta eso de hacer pucheros?
- Es que no me sale otra cara, imbécil, y además estoy a punto de llorar.
- Bueno, pues llora, ¿no? Lo mismo así dejas dejas de estar triste y después regalas una sonrisa burlona de esas tuyas.

Sonrió. Todavía no sé cuándo se me ocurrirá la manera de hacerle entender lo mucho que me gustan sus sonrisas.

- No, eso sí que no. Llorar es muy desagradable, no tengo ganas.
- Vaya, esto es nuevo, y... ¿por qué no te apetece, si no es mucho preguntar?
- Porque... - Sorbiendome los mocos y haciendo un mohín, contesté con la sinceridad ingenua propia de una niña pequeña - Porque me voy a mojar.

Rompí a reír al comprobar cómo sonaba mi argumento en voz alta, pero aún así no pude evitar que un par de lágrimas saltaran y mojaran mis mejillas. El viento sopló aún más fuerte y las heló contra mi piel. ¡Qué molesto era llorar en invierno!

- Ven aquí, tonta. - Dijo él acercándome a su hombro - No llores si no te apetece. Es más, vamos a hacer una cosa, vas a dejar de hacer todo lo que no quieras hacer, ¿vale? Y deja ya de preocuparte por los posibles daños colaterales.

Me apretó entre sus brazos y yo me acurruqué entre su abrigo y mi bufanda.

- Gracias otra vez - dije.

Él suspiró. - Deberías escucharme más a menudo, Ana... Cuando vives por los demás te consumes, te lo dije.

jueves, 18 de noviembre de 2010

No se debe mentir en un beso

Los besos están para disfrutarlos, como las caricias, como las sonrisas, como los silencios o las canciones.

Cuando se besa de forma mecánica, sin emociones, sin sentimiento, el corazón chirría molesto y las ganas se oxidan.

Marta me ha dicho que nunca lo haga, que después cuesta respirar y los labios se enfadan tanto que dejan de sonreír.

jueves, 28 de octubre de 2010

Y por pedir, que no quede

Me preguntaste qué es lo que quiero, bien, pues déjame intentar explicarlo. Intentaré ser clara, y tranquilo, sé que a lo mejor pido demasiado.

Quiero que te pierdas en mis ojos a menudo, para poder buscarte sonriendo y quererte un poco más. Y que me digas que me quieres, ya sea por escrito, entre sábanas o entre crujidos de hojas secas mientras caminas a mi lado.

Quiero que sepas besarme, que sepas cuándo y como, y que nunca te cueste encontrar el por qué. A veces tendrás que esforzarte por entender mis gestos, pero espero que te quedes el tiempo suficiente como para acostumbrarte a ellos. Te doy una pista, ¿vale? Si sonrio con un amago de suficiencia, como si te retara mientras levanto las cejas, y mis ojos brillan un poco buscando la complicidad de los tuyos, quiero uno de esos besos que terminan en un mordisco juguetón. De esos que se cansan de la boca y buscan entretenerse más abajo, empezando siempre por el cuello y haciéndome reír antes de seguir bajando.

Quizás sea un poco exigente, pero cuando estoy mimosa me gustan los besos dulces que se deshacen en la boca como si fueran de algodón de azúcar.

¡Ah! También es muy importante que aprendas a abrazarme, y que nunca te falten ni el tiempo ni las ganas de hacerlo sin motivo. Un consejo, si me ves llorar, no olvides hacerlo apretándome fuerte contra tí, y apoyándo la cabeza en mis hombros para poder besarme la espalda con cariño.
Y otras veces... bueno, otras veces podrías probar a abrazarme tan solo por sentirme cerca, y... si te entran ganas de sentirme más cerca todavía no tienes más que decírmelo en un susurro mientras recorres mi espalda con los dedos, y te darás cuenta de que no te pongo difícil que toques mis ganas de tocarte, ni que te quedes con mis caricias impuras o incluso conquistes mis gemidos atrevidos.

Quiero que no te canses de pensar en mí, y que además no puedas evitar hacerlo.


Verás, cariño, creo que quiero que me ames, con todas y cada una de las consecuencias.

I wanna touch you

¿Que qué me pasa? Que quiero irme, pero sobretodo quiero que tú vengas conmigo. Que ya no me importa lo que piensen, que nos miren. De hecho, si siguen mirando solo conseguirán que quiera besarte con más ganas y que lo grite más alto.
Y eso es todo, porque tengo claro que la única persona que podría separarme de ti en este momento eres tú. Un No, y te prometo que no seguiré insistiendo; pero si me dices que sientes lo mismo, si de verdad quieres abrazarme, hazlo ahora y puedes estar seguro de que voy a parar el mundo, voy a encender la noche y a hacer tangible la niebla, solo por verte sonreír.
Que ya no me vale dormir si no es contigo, que no quiero tocar otro cielo que tus manos... Y si tus ojos brillan, por mi que se apaguen las estrellas.

sábado, 23 de octubre de 2010

Attitude

Lucía forzó los labios en una sonrisa artificial y trató de esconderse detrás de sus mechones morenos.
No me molesté en acercarme a ella con el zoom, su miedo y su desgana se veían desde lejos, y así no llegábamos a ninguna parte.
Apagué mi cámara y me senté a su lado.

- Marcos no entiendo por qué haces esto, si nunca he sido fotogénica, ¡es una pérdida de tiempo!

Pero yo no me iba a rendir tan pronto, llevaba años haciendo fotografías, y de verdad quería que ella tuviera su propio reportaje antes de que me fuera.
Le aparté con suavidad el pelo de la cara y la hice sonreír.

- Si tú no te sientes guapa es inútil, y lo sabes. En esto, como en cualquier otra cosa, en el momento en el que te convences de que no vas a ser capaz hacerlo, en realidad da igual si puedes o no.
Si no clavas la mirada el objetivo, si en lugar de eso te limitas a mirar al frente, tu fragilidad conseguirá desenfocar tu carácter. Puedes desafiar a la cámara o hacerte su cómplice, pero nunca dejes que te asuste la luz del flash, pequeña.

sábado, 16 de octubre de 2010

Todo empezó un martes

Yo salía de la facultad, no tenía planes para el resto de la tarde y abanzaba hacia el piso de mi madre sin mirar al suelo, sorteando a la gente que se agolpaba en las calles de mi ciudad favorita. A lo lejos, un globo azul flotaba por encima de sus cabezas, frenado en su vuelo de ascenso solo por un hilo blanco. Sonreí con una nota de nostalgia dulzona, de pequeña me encantaban esos globos, tanto que en mi cumpleños siempre tenía un par de ellos en mi habitación al despertarme. Poco a poco, el globo y yo acortamos distancias.

Te paraste delante de mi, clavándome en el suelo con tus ojos marrones. Un completo desconocido, bastante guapo, por cierto.
- Si me sonríes, el globo es tuyo. - Dijiste mientras el viento desordenaba tu pelo rubio.
Aunque no me lo hubieras pedido, mis labios se habrían curvado por inercia al ver tu sonrisa, asi que sin más, ante mi expresión atónita y divertida agarraste mi mano derecha y apretaste mis dedos al rededor del hilo, con cuidado. Te fuiste como si tal cosa, y yo me empecé a reír, girándome para ver como te marchabas. Antes de perderte entre la gente, volviste la cabeza y me sonreíste una vez más. Me quedé con ganas de decirte que estabas pirado, pero me gustaba el globo, así que ¿para qué?

A la mañana siguiente, sonreí al verlo sobre mi cabeza. Desayuné y me despedí de mamá, que se iba de viaje. Repasé los apuntes del último día, me duché escuchándo música, me probé la chaqueta nueva... y si te soy sincera, no volví a pensar en tí hasta que el globo se pinchó al rozar la lámpara del techo y explotó dejando caer un papelito doblado varias veces en el suelo.

Al principio no me imaginé que tú lo hubieras puesto dentro, pero resultó que sí. Tenía escrito un número de móvil y una frase en letra cursiva.
"Si me dejas, te invito a una cerveza esta tarde.
(Por si decides guardarme en tu agenda, soy Víctor.)"


lunes, 11 de octubre de 2010

Se le olvida olvidarte

Ganas de besar, de dejar de mentir, de bailar, de olvidar, de largarse montado en una estrella fugaz, de todo menos de tener que seguir aparentando que cuando Marta se largó a él no le importó nada.
Y música, música alta que le sugiere que se deje arrastrar por una copa de facilidad, y el suelo que vibra contagiado por el enorme altavoz. Y sentimientos por organizar, un origami de conclusiones descolocadas, de recuerdos camuflados por el humo del cigarro de la chica de al lado.

Entonces, una sonrisa radiante le invita y él se deja robar eso que llaman control, dejando atrás explicaciones que dar y problemas a los que plantarles cara. Un tequila, y otro, y otro más, y el limón que los endulza es menos ácido que sus recuerdos.

domingo, 10 de octubre de 2010

Reach for a hand to hold

Quiero enrrojecer tus mejillas al sonreír. Que me dediques un sueño y le des forma con acordes suaves. Quiero que vengas, que sonrías, que me abraces, que me beses...

Pero tú limitate a quererme, el resto ya lo hago yo.

domingo, 3 de octubre de 2010

Fix you.

Lara adoraba tumbarse por la noche en su terraza para inventar constelaciones, y los colores alegres de las flores cuando el sol hacía brillar las gotas de rocío que quedaban sobre sus pétalos.
Echaba de menos el verano, y también a él. Andrés la había hecho reír en cada minuto, regalándole sus simpáticos ojos negros y su manera desenfadada de torcer los labios.
Pero él se había ido, y la tarde del uno de Octubre la había pillado desprevenida, sin nadie que la abrazara por detrás para evitar que pasara frío.

Lara estaba desacostumbrada a la lluvia y a esas nubes grisáceas que tan poco le gustaban, e hizo una mueca desilusionada al mirar por la ventana mientras se rodeába el torso con los brazos tratando de entrar en calor. Sus manos frías no supieron consolarla y por un momento, se sintió tan desprotegida como si el cristal que la separaba del olor a hierba mojada se hubiera desvanecido en el aire, y el viento maltrató su sonrisa con la misma facilidad con la que zarandeaba las hojas de los árboles.
Una pequeña y frágil lágrima se precipitó mejilla abajo y ella cerró los ojos.

Con un suspiro, escondió el mal tiempo tras las cortinas y salió de su cuarto. Se metió en el baño y se desnudó, dejando de llorar. Despacio, entró en la ducha y abrió el grifo del agua caliente. Sujetó con la mano derecha la alcachofa y un chorro vaporoso rompió suavemente contra su cuello, deslizándose como una agradable cascada cálida, desde su pecho hasta sus tobillos. Inclinó la cabeza hacia atrás y en agua se enredó en su pelo, dejó que sus párpados descansaran y poco a poco sus recuerdos anaranjados se perdieron entre el vapor que flotaba en la habitación.


* PD: Muchas gracias por tus comentarios, Marcelo. Es bonito saber que alguien se pasa por aquí de vez en cuando. =)

martes, 7 de septiembre de 2010

Eres la música en mí

Era el cuarto año consecutivo que cambiaba de instituto y entraba como la nueva. Recuerdo que los primeros años me costaba mucho más, pero cada nuevo curso mi afán de supervivencia arañaba un poco más mi timidez, lo que permitía que fuera odiando cada vez menos el trabajo de mis padres.

Aun así, nada me habría gustado más que poder convalidar los nervios de los días antes de empezar. Aquella última semana de vacaciones fue de las peores, porque sabía que ser extranjera multiplicaría los ojos que se fijarían en mí, al menos al principio.


Finalmente, el trece de septiembre empezó el trimestre. Cuando se acabó la última clase todos recogieron sus cosas con un suspiro de alivio; al parecer, el sentimiento de aburrimiento durante el horario lectivo era universal. Yo les imité y me deje arrastrar por la marea de alumnos que cruzaban la puerta del aula abandonando el primer día de clase.
Caminé distraíada hasta llegar a la entrada principal y, justo antes de salir me di cuenta de que me había olvidado el paraguas encima del pupitre. Volví sobre mis pasos y llegué sin dificultad al aula correcta. En un principio pensé que estaba vacía, pero al mirar más detenidamente vi que el otro chico nuevo estaba aún sentado en la mesa de la esquina de la última fila. Buscada algo en su carpeta, y cubría sus ojos rasgados con largos mechones morenos.

-Ho... - Antes de continuar me acordé de que él no entendía mi idioma. Afortunadamente, levantó la vista y pude sonreír y levantar la mano a modo de saludo. Él se limitó a inclinar la cabeza con algo parecido a una sonrisa torcida adornando sus labios finos.

Hikaru me había parecido tímido porque durante toda la mañana había hablado incluso menos que yo con el resto de nuestros compañeros, pero pensé que quizás, como yo, no hablara demasiado bien alemán. O, tal vez los gestos que yo interpretaba como un distanciamiento frío en su cultura eran simple cuestión de educación.

Cogí mi paraguas de rayas y antes de marcharme le mire de nuevo, seguía ocupado con sus papeles. No voy a mentirte diciendo que parecía necesitar hablar con alguien o algo así, era yo la que se sentía sola. Bastante sola, además, y lo peor era que al llegar a casa mis padres no habrían llegado todavía, y no podía llamar a ningún amigo para desahogarme porque saldría demasiado caro. Así que, sin darle más vueltas decidí robarle algo de tiempo para hablar con él; al fin y al cabo era la persona que resultaba más accesible a primera vista, él tampoco tenía nadie con quien hablar.

Me acerqué a su mesa y apoyé en ella mi mano derecha. Hallo, dije poco convencida de estar pronunciando bien. Él contestó amable pero sin florituras, y comprobé que su nivel de alemán era bastante similar al mio. Lo ibamos a tener complicado si pretendíamos entendernos...

Con todo y eso, conseguimos comunicarnos entre gestos y cuatro palabras básicas durante unos cinco minutos. En ningun momento puso mala cara ni me hizo sentir pesada, es más, parecía agradecido por mi presencia, como si realmente necesitara enntablar conversación con alguien tanto como yo.

No me acuerdo bien de lo último que le dije, pero él apartó la mirada con aire melancólico y se quedó mirado al suelo.

Como ya había comprobado que algo de inglés si entendía, le pregunté

- Are you ok?

Hikaru levantó la vista y clavó en los mios sus ojos oscuros. Me dio la impresión de que tenía unas ganas enormes de explicarme qué sentía. Era como si toda la información se trabara en su garganta esperando una traducción simultánea japonés-español. Dejó escapar un bufido resignado, contagiándome su derrota; no había nada que hacer, sin un idioma en común no ibamos a ninguna parte.

Contrariada, y sintiéndome aún peor que antes, intenté encontrar alguna manera de despedirme sin ser cortante, pero antes de dar con la solución sus ojos se encendieron con un brillo especial. Una luz ingeniosa y esperanzada, como si se le acabara de ocurrir la idea del siglo.
Se levantó de su silla y me hizo señas para que le siguiera. Yo arrugué las cejas interrogante, pero sabía que no sería capaz de sacarme de dudas verbalmente, así que me dejé guiar por los pasillos de mi nuevo instituto, ilusionada y curiosa.

La puerta del aula de música estaba cerrada, pero se abrió con su suave empujón silencioso y entramos despacio. Era una sala grande, con un montón de sillas con apoyo para escribir desordenadas, mirándo a la pizarra, en la que había dibujados cinco pentagramas. Entre medias había un teclado negro y en una de las esquinas del fondo un par de guitarras viejas.
El chico se sentó en el sillin del teclado y me invitó a sentarme a su lado, ahora sí, con una sonrisa simpática.

- That's the way I feel. - dijo.

No se me escapó el detalle de que había sacado la frase de un anuncio de coches, pero por lo menos servía para comunicarnos.
Poco a poco, sus manos resbalaron por las teclas blancas y negras regálandoles a mis oidos la más cristalina de las respuestas. Porque si hay un idioma universal, ése es la música.
Las notas llegaron a mí sin necesitar un diccionario bilingüe, directamente a mi corazón. Solo con eso ya teníamos una conexión especial.
Todos entendemos lo que significan unos acordes lentos, todos nos emocionamos con una melodía cargada de sentimiento, incluso si no sabemos diferenciar fa de sol al escucharlo, todos notamos la diferecia entre una melodia decepcionada, una enamorada o una alegre.

Y la de Hikaru estaba no dejaba lugar a dudas, se sentía perdido, triste, y sin duda alguna tenía ganas de volver a casa. ¿Que cómo estaba tan segura? Porque solo hacía falta escuchar, y además su canción en ese momento era la misma que la mía. Me hizo sentirme totalmente identificada, y cuando la última tecla volvió a su posición yo ya no me parecía estar tan sola.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Quiere(te) si pretendes que te quieran.

Coge agua fría con las manos y hunde el rostro en ellas. Levanta poco a poco la cara y se ve en el espejo, con montones de gotitas que resbalan por sus mejillas o quedan colgadas de su nariz antes de precipitarse hacia el lavabo del baño. Mientras recorre sus facciones con los ojos se da cuenta de que está frunciendo el ceño aunque casi imperceptiblemente, con una nota crítica en sus cejas despeinadas.
Y, ¿por qué? ¿Acaso es tan importante que su nariz pudiera llegar a ser más bonita si fuera algo más afilada, o que sus ojos sean marrones y no de un azul intenso? ¿Quién decide cómo se es guapa? Al fin y al cabo si hay algo subjetivo es la belleza, ¿no? Para gustos los colores.
Y decide que ella quiere ser su propio color favorito. Siempre. Independientemente de que se lleven rubias en vez de morenas.

Se lanza un beso sonriente a sí misma, da media vuelta y se mete en su habitación. Enciende la radio y se quita los vaqueros y la camiseta. Después abre el armario y saca sus tacones negros.

Se los pone y camina entre los acordes de una nueva canción hasta el espejo de cuerpo entero que hay detrás de su puerta. Sin exigencias y sin rastro de maquillaje, se saluda a sí misma casi desnuda, con un conjunto de ropa interior de encaje que es cómodo sin dejar de hacerla sentirse sexy. Deja caer sus ojos por sus curvas, y recorre cada centímetro cuadrado de su piel sin una sola mueca de desaprobación, sin detenerse a analizar si sobran o no kilos de más; Desde sus tobillos hasta sus rizos negros.
- ...Es verdad que hoy mi pelo no tiene su mejor día, pero no hay nada que no pueda arreglarse con una sonrisa, ¿ves? ahora sí que estoy guapa... - Se dice de cara a su reflejo,
disfrutando de su manera de sonreír mientras se toca el pelo, dispuesta a olvidar cualquier ridículo prototipo 90.60.90 que quiera superponerse a sus ganas de sentirse atractiva.

lunes, 30 de agosto de 2010

Sobre el papel, desde el vagón

- Porque podría haber sido un beso arrepentido, vergonzoso, un beso huidizo que odia sentirse sucio, pero es que no ha sido así. No, tu beso ha sido tan frío como el tacto de la acetona, tan traidor como las manecillas de un reloj. Descarado como el sol que te daña los ojos haciéndote pestañear...

Suspiró, sintiéndo un dolor extraño no supo exáctamente donde.

... ¿Cómo te atreves? ¡¿Cómo has podido besarme como si tal cosa después de besarla a ella?!

Marta siempre solía racionalizarlo todo y ante todo ser imparcialmente empática con los demás. Ponerse en su lugar, asumir que todos y cada uno de nosotros tenemos sentimientos y nadie debería juzgarnos por eso. Pero esta vez no podía pensar, las palabras salían disparadas del boligrafo y corrían ríos de tinta azul por el papel, que de vez en cuando se arrugaba por la humedad de las lágrimas que caían desde arriba.

No quería buscarle explicaciones a nada, ya sería razonable mañana; Todo lo que le apetecía ahora era descargar su desilusión en forma de insultos y seguir llorando, nada más.
Decirle todo lo que querría poder decir en voz alta, pero eso sí, todo por escrito. Y si necesitaba gritar, exclamaciones o mayúsculas.
Sabía que desde ese día no podría volver a mirar a Miguel a los ojos, no después de lo que le habían contado, no pensando que cada palabra que le dijo era una burda metira. Se había reído de ella, de acuerdo, pero no era lo suficientemente fuerte como para descubrir por si misma un deje burlesco en sus ojos azules, era infinitamente más fácil desaparecer del mapa, al fin y al cabo él no se molestaría en buscarla.

sábado, 28 de agosto de 2010

Cuidar de las estrellas puede ser un buen castigo

La luz me despierta y adormilada me refugio entre las sábanas. Como siempre, aún parece demasiado pronto.
Me froto los párpados despacio, intentando desperezarme y cojo el móvil. Once menos cuarto. Resoplo, me encantaría quedarme aquí tirada, pero no puede ser, es tarde y sigo teniendo un montón de cosas que hacer.
... Ahora que tengo el teléfono en la mano no puedo evitarlo, si lo hago antes de que termine de despertarme y mi conciencia esté completamente despejada, puedo leerlo sin arrepentirme después. Sí.
Me meto en mi bandeja de entrada y recorro con los ojos entreabiertos sus palabras una vez más. Es un mensaje corto, no como la historia que se esconde detrás de él, ni como los minutos cuando la persona que lo escribió no está a mi lado. Es un mensaje que a pesar de todo acaba con una despedida.

Al llegar al punto final siento como algo golpea insistentemente mi caja secreta. Oh, vaya, parece que las ganas que echar de menos están algo inquietas. Pero no puedo dejarlas salir... sé que ahí dentro, con tanto sentimiento confuso casi no tienen espacio, pero tengo que conseguir que se queden donde están; Guardarlas es tan necesario como lo era decir adiós.

Y desde luego que lo segundo era absolutamente necesario, porque las cosas no podían seguir así.
Reconozco que todo amenazaba con ponerse patas arriba porque forcé demasiado la cerradura de mi cajita, y de hecho no sé cómo no acabó por romperse de tanto abrirla y cerrarla sin ton si son...
Recuerdo que, cuando Él venía, yo sacaba las miradas cómplices y se las regalaba. Vaciaba casi por completo mi pequeño escondite y él se llevaba alguna docena de mis sonrisas, yo le daba rienda suelta a mi locura y me empapaba de sentimientos amables. Pero antes o después Él desaparecía y yo volvía a guardarlo todo, absolutamente todo, como si nunca hubiera pasado nada. Y todo esto en silencio, sin poder preguntar cuándo pensaba volver, sin poder llamar la atención porque, claro, era un secreto, no se podían dar voces.

¿Y qué pasó? Que yo quise gritar, quise saltar, quise no tener que ocultar que algo había cambiado, que sentía algo especial a jornada completa y no solo cuando no había nadie mirando. Eso era lo que quería, tanto lo quería que las últimas veces que él desapareció me costó mucho más dejarlo todo ordenado. La cerradura chirriaba, los sentimientos se resistían a desparecer sin más y... y se tuvo que acabar. O todo o nada, no podía darle una tercera opción porque yo misma no tenía otra opción.

Acordamos decir adiós, y no por susurrarlo el trato fue menos molesto. Pero un trato es un trato, y yo he asegurado perder la llave de mi cajita, así que no sé qué hago pensando en todo esto. Fuera, se acabó. Por ahora voy a dejarme de recuerdos ácidos, sí, lo mejor va a ser bajar a desayunar.

viernes, 13 de agosto de 2010

Never up to me

Él siempre va el primero; Es una constante, una verdad universal que no creo que consiga cambiar jamás. Nunca me escucha, no atiende a razones; No te puedes imaginar lo cabezota que puede llegar a ser.
Lo peor es que es un completo desorden, siempre perdiendo las llaves. Mira que le tengo dicho que no deje entrar a nadie...
Pero no hace caso, es como un niño pequeño, tanto por irresponsable como por goloso. Adora el humo nocivo de las palabras dulces que se pueden susurrar.
Bueno, y por si fuera poco, es temerario hasta decir basta; Tiene por costumbre precipitarse al vacío antes de calcular distancias. Se ha tropezado tantas veces con su imprudencia que yo creo que ya está aprendiendo a levantarse él solito.
Al fin y al cabo, es su culpa ser el pupas, si me diera tiempo para analizar la situación antes de saltar, no nos iría tan mal. Pero no, él nunca me deja tiempo para planificar nada, y mucho antes de que mi cabeza haya acabado con los proos y los contras él ya se ha vuelto a enamorar.
Sí, es obvio que a veces me desespera, pero qué le vamos a hacer, a fin de cuentas si él decide parar, parámos los dos.
Aunque después de lo de ayer lo que me extraña es que no lo haya hecho ya; cuando les ví, él se desequilibró y se cayó, pero creo que aún no ha tocado el suelo... Bueno, no importa, no puede estar muy lejos, sigo oyéndole latir.

jueves, 12 de agosto de 2010

Every girl but not you.

El problema es que te has pasado de la raya. Sí, has colocado tus barcos más allá del coqueteo picante, de los muchos puntos comunes que parecíais tener cuando a los dos os apetecía impresionar. Más allá de los cuatro chistes del primer día, de las sonrisas correspondidas y de la amabilidad caballera de la primera impresión. ¿Y ahora? Agua.

Él suelta una imprudencia simpática y ellas se ríen, pero tú ya la has oído antes. Lo siguiente es un comentario gracioso (que ayer perdió su gracia) y hoy sobra lo mires por donde lo mires. Monotonía en su sorprendente piropo, que hoy no te toca a tí. Tu sonrisa gastada en respuesta a una caricia escondida que en el momento es tuya pero no tiene dueña fija.
Cuentas hasta diez y notas como tu corazón fugitivo deja atrás las mentiras que en este sitio son un bien común, buscando algo más que un Don Juan con sonrisa atrativa. Se ha(te has) cansado. Levad anclas, aquí no hay nada más que ver.
¿A dónde va? No lo sabes, y nadie se ha dado cuenta de que se ha marchado molesto, pero ya no está aquí, resulta que tiene mejores cosas que sentir.

martes, 10 de agosto de 2010

Regálame los oídos

Y bueno, ¿qué me dices de Pablo?
¿De Pablo?
Sí si, se os ve muy juntos, ¿no?
No, qué dices, es solo un amigo.
Ah, vale, vale.

Esta conversación no le convenía, pero por fin alguien le había sacado el tema. Últimamente Pablo era un tabú, no podía hablar de él, nunca, alguien podría malinterpretar... Pero ahora que le habian dado la oportunidad, se sentía como si le hubieran ofrecido deslizarse por un tobogán en vez de bajar por las escaleras.

No, haber, pero... ¿por qué lo dices?
No lo sé, ¿no notas que hay química?

Celia rompió a reír intentando disimular que le encantaba que juntara sus dos nombres y la palabra química en la misma frase.

No digas bobadas, ¿no notas que entre él y cualquier chica hay química? Hace lo mismo con todas, solo está jugando.

Incluso su amiga percibió la mueca involuntaria que arrugó sus labios al decir la última frase.

A mí me parece que contigo no es lo mismo, Celia, hablo en serio. Todos sabemos que siempre está metiéndole fichas a todo el mundo, pero la forma en que te trata a tí es distinta. Cuando te mira, cuando... bueno, es igual, porque a ti no te gusta, ¿no?

Ella se había quedado colgada en algún punto entre el nirvana y el mundo real tras escuchar que "con ella era diferente", pero todavía sabía mentir.

No, para nada. Además, Ana y él...


La conversación cambió su rumbo y desembocó en planes para la noche siguiente, lo que no significa que Celia no hubiera seguido escuchando lo que quería oír durante horas y horas.

sábado, 7 de agosto de 2010

Contrarreloj

El tiempo sigue avanzando a sesenta minutos por hora, como lo ha hecho siempre; Sin excepciones, sin tiempos muertos, sin descanso.

Su despedida es un final inminente, pero la amenaza de no volverle a ver se difumina a lo lejos, como flotando en su cabeza, sin llegar a hacerse un sitio fijo en su agenda. Por mucho que lo intente no puede asimilarlo, demasiado tiempo juntos para
decir adiós en siete días.
Adiós y tantas otras cosas que todavía no le ha dicho... Ella contaba con años para inventar emociones nuevas, para crear recuerdos, para abrazarle, para seguir riéndose juntos, y ahora, casi sin darse cuenta, con cada movimiento de las agujas del reloj pierde la oportunidad de recordarle que le quiere una vez más.
Siete días, ni uno más. Menos de 200 horas para verle sonreír. ¿Y después? ¿Quién podría imaginarse una vida sin él? Ella no, todo le parece demasiado diferente, frío, un completo caos.
Cuando trata de pensar en un supuesto septiembre sin oír su voz un nudo molesto se instala en su garganta y vuelve a tener ganas de llorar. Por miedo, por impotencia, porque sabe que aprenderá el superlativo de echar de menos en cuanto él ponga un pie en el avión.

Se agota viendo las manecillas moverse, cada segundo es uno menos. Exhausta, aparta la mirada del reloj y bloquea su corazón, anestesia su impaciencia y cierra los ojos. Está dormida y él no está con ella, es decir, ya está perdiendo el tiempo otra vez.

jueves, 5 de agosto de 2010

Su pequeña A

Ana se rie, dejando que su felicidad se expanda por la piel de Adrián. Despreocupada, agacha la cabeza entre carcajadas cristalinas, y al levantarse otra vez un rayo de sol se cuela en sus ojos, dibujando contrastes esmeralda donde antes reinaba un verde uniforme (cuyo monocromatismo tampoco habría pasado despercibido).
Todo parece permanecer inmóvil durante un minuto, todo menos los mechones castaños de ella que se dejan mecer por el viento y el corazón de él, que no puede parar de latir. En ese momento, Adrián se siente dulcemente vulnerablefrente a ella. Expuesto a sus movimientos, sean cuales sean. Entiende que una sola palabra suya podría arrancarle una lágrima y que por un beso sería capaz de convertirse en Becquer. Pero su nuevo talón de Aquiles no le resulta molesto, el riesgo merece la pena. Aunque solo sea por no perder la sensación que le recorre cuando la abraza y se empapa de su perfume, por no olvidar que ahora todo ha cambiado de color.

miércoles, 28 de julio de 2010

Tac.

Su nokia la reclama, ella aparta los ojos del teclado y echa un vistazo rapido a la pantalla.

"Luca llamando"

Ugh, no, no más problemas por hoy. Silenciar. Sigue escribiendo como si nada, pero en el fondo sabe que huir no es una solución.
Y ella necesita una, en un plazo exacto de ... cuatro dias, cinco horas y veinte minutos.
Si, su vuelo sale exactamente a las 14.35

¿Con qué cara va a saludarle después de tres meses fuera? Buena pregunta. Lo peor es que es consciente de que a estas alturas la reacción normal a una llamada de su pareja habria sido un "¡Por fin llama!" seguido de un brillo emocionado en sus ojos azules, pero le da la sensación de que ese brillo lleva desaparecido más del tiempo que lleva ella ausente.

Cuando aterrizó en Berlin no sabía que era lo que había venido a buscar aquí exactamente, pero el tiempo que ha pasado en la metrópoli alemana le ha hecho entender ya no está enamorada.
No, ahora mismo un beso de Roberto no la habria hecho sonreír, y para mas información, si el hubiera estado frente a ella, Lia habría mirado al suelo automáticamente.
Ya no necesitaba saber más, ahora solo le faltaba la valentia suficiente para decirselo a él (valentia que demostro no tener al venir a trabajar a Alemania).

Su movil vuelve a sonar, Lia decide apagarlo. Ya le explicará después que seguramente se quedó sin bateria.

Your little heart in two

Miercoles por la tarde. Llueve. No, no hay nada que hacer. Nada, pero seguro que hay algo mejor que esperar. Emma lo sabe, y como de costumbre oye a lo lejos el eco de una voz molesta que se dedica a recordarselo desde algún rincón de su maltratado sentido común "Apartate del telefono, no va a volver a llamar."
Pero ayer llamó. Ayer, después de dos meses sin dar señales de vida, apretó una estúpida tecla verde, y con ese sencillo gesto y dos frases atrapó de nuevo a la tonta de siempre.
A la que no sabe decir que no, y aún peor, no quiere decirlo.

Y los minutos pasan, las gotas siguen deslizándose por el cristal y su CD favorito repite una y otra vez las mismas pistas, de la primera a la última y vuelta a empezar.
Y Emma no puede despegarse del telefono. Javier es la peor de sus debilidades.

lunes, 28 de junio de 2010

Y aun no sé cómo te llamas


Estoy segura de que alguna vez has oído una canción que te haya llamado especialmente la atención, que sin saber por qué, te llegó desde la primera vez que la escuchaste.
Las cuatro primeras notas pueden haberte contado una historia en seis segundos, e incluso puede que las dos siguientes consigan que una lágrima tímida se plantee rodar mejilla abajo. ¿Me sigues?
Son ocho segundos, pero sientes algo extraño, tan especial que esa canción ya se ha hecho un hueco en alguna parte de ti.

Bien, pues tú eres esa canción. No sabría explicar lo que te hace diferente, pero quiero que sepas que tu sonrisa son los mejores acordes que he oído jamás.



viernes, 25 de junio de 2010

Lips of an angel

María estaba tirada en su cama, dormida. Dolía no querer seguir mirándola. Ahora sus labios le parecían vulgares y corrientes, y besarlos se había convertido en una rutina mecánica, a veces incluso molesta. Dos años compartiendo momentos con ella para acabar por desterrarla de su corazón...
Realmente estar con ella le asfixiaba, sobretodo cuando pensaba en Elisa.
Elisa... como le gustaría oír su voz. Abrazarla, besarla, jugar con su pelo. Dios, Elisa. Ella le recordaba lo que era sentir un vacío extraño en el estómago al ver una sonrisa especial. Lo que era buscar unos ojos concretos entre la gente. Esperar encontrarla en cada bar. Imaginar un mensaje suyo cada vez que sonaba el móvil. Elisa ocupaba el sitio que en teoría no debería estar disponible. No debería, pero él no podía evitar pensar en ella antes de irse a dormir.

With.out

Llueve, y yo odio la lluvia, ¿sabes? Con todas mis fuerzas. Me hace sentir pequeña, triste... y sola. Muy sola.


Pero no ha sido así desde siempre. No, yo conocía un truco perfecto para escapar de las molestas nubes grises, pero se necesitan dos personas para que funcione...
En fin, a lo que iba, que hubo un tiempo en el que no me importaba que las gotas resbalaran por mis brazos, ellas no eran razón suficiente para llevarse mi sonrisa.

Recuerdo que aquel día hacía bastante frío, y las nubes encapotaban el cielo, justo como ahora. Víctor y yo paseábamos despacio por los jardines de su urbanización, y después de un rato haciendo bromas y burlándonos de la gente que llevaba paraguas, nos apartamos de la acera para llegar a un parque que parecía haber dejado de recibir a las ilusiones de niños pequeños hacía ya mucho tiempo. El sitio no derrochaba felicidad, pero nosotros lo inundamos de ella. Incluso el viejo tobogán descolorido pareció notarlo.
Olía a tierra mojada, y en los charcos las gotas seguían dibujando un alegre zig zag. Estábamos muy juntos, y los dos sonreíamos mientras nos regalabamos una mirada cómplice.
El viento silbó entre las hojas de los árboles, y a mí me recorrió un pequeño escalofrío. Él se quitó su chaqueta e insistió en que me la pusiera. Debía tener una pinta bastante peculiar con mi nueva chaqueta-vestido, porque él rompió a reír y dijo que me tropezaría con las mangas.

Volvió a mirarme mientras pequeñas gotas nubes empapaban mi pelo. Me desconcertó un poco aquella mirada intensa tan intensa, solo acostumbraba a mirarme así cuando creía que yo no le veía, y tuve que esconder la mía en los cordones de mis converse viejas.

- Nunca he besado a Claudia bajo la lluvia. -

Dijo haciendome levantar los ojos.


- ¿Has besado a alguien mientras llovía?

- No.

Lo dijo tan serio que volvió a hacerme reír.

- La verdad es que yo tampoco yo tampoco.

De pronto, mi corazón empezó a acelerarse, y sentí otra vez esa sensación agradable en la tripa. Algunos hablan de mariposas, pero a mi se me parece más al vértigo. Claro que yo tengo mucho miedo a las alturas, y junto a él parecía imposible tener miedo a nada.

- Siempre hay una primera vez. - Continuó con una media sonrisa, y fue entonces cuando me di cuenta de que estábamos realmente cerca.

- Pero este ya no puede ser nuestro primer beso. Tú eres un capullo seductor - dije con otra sonrisa, intentando estabilizar mis latidos - y por lo que respecta a mí ... creo que has llegado demasiado tarde.

- No sé lo que sentirás tú ... pero si me besas, será mi primer beso. Además, está lloviendo, ¿recuerdas?

Victor me cogió por la cintura y acercó su frente a la mía. Sin decir nada más, se quedó quieto durante un minuto que pareció suspenderse en el tiempo. Tenía las mejillas mojadas y sentí su aliento muy cerca de mí. Busqué sus ojos oscuros, que estában ocupados en analizar mis labios, y mientras cerraba los míos susurré "Al menos prométeme que no será el último".
Él aceptó.

¿Recuerdas lo que te dije sobre mi truco contra las tormentas? Es muy sencillo, por si no te has dado cuenta, por encima de las nubes nunca llueve, y con un beso a veces no se hace difícil subir tan alto.


... ¿Quieres oír el final del recuerdo que me visita cada vez que la situación meteorológica se repite? La semana siguiente Claudia tuvo un bonito ramo de rosas en su habitación, y yo me sentí estúpida deshojando margaritas.

Y... Y, !maldita sea!, sigue lloviendo.


Víctor mintió, y yo odio las mentiras, ¿sabes? Con todas mis fuerzas. Me hacen sentir pequeña, triste y... sola. Muy sola.

domingo, 20 de junio de 2010

Verano

Tres dos uno. ¡Cero!

Se acaba el tiempo, otra vez. Otro curso acabado, y un verano que se siente, que rozo con la punta de los dedos.
Y, como siempre, mis ganas de no volver a poner un pie en el instituto son tan tremendamente grandes que la impaciencia me ha hecho tachar las casillas del calendario durante los últimos 37 días. Pero, ¿Y ahora? Solo queda una casilla para llegar al día señalado con un círculo azul, lo que significa que ha llegado el momento de olvidarme de poner equis, olvidar incluso en qué día estoy.

Siempre que empieza un verano me pregunto, ¿Será este El Verano?
Esta vez sé que la respuesta es, indudablemente, ¡Sí!

sábado, 12 de junio de 2010

El epicentro de mi contradicción

Hoy no toca buscar culpables, no los necesito.
No toca odiarte, no voy a perder el tiempo.
Hoy quiero contarte un secreto

¿Quieres escucharlo? Eres lo más cerca que he estado de estar enamorada.
Eres, a la vez, un sueño, una pesadilla y una adicción. ¿Adicta a algo que no pruebo hace siete meses? Sí.
Eres infantil, luz, eres algo importante, diferente.
A veces eres un montón de cosas y otras me da la impresión de que sólo eres lo que yo quiero que seas, que yo te invento.
Pero sea como sea, formas parte de mi fantasía y de mi mundo real.


a veces eres una carga, otras dibujas mis alas
a veces, muchas veces, quiero que te vayas
pero hoy no, hoy toca pedirte que vuelvas.

Sublimación de un corazón

Postulado de Boling; Si se encuentra bien no se preocupe, se le pasará.



Hacía un sol espléndido. Mientras caminaba, Nuria sonreía distraída.

Cuando Mike le dijo que se quedaría estudiando esa tarde, ella le dijo que se consolara pensando que ella estaría haciendo lo mismo, pero le mintió. Fue una de esas mentiras ingenuas, pequeñas y juguetonas, que en realidad no deberían llamarse mentiras; Nuria solo quería darle una sorpresa.

Había comprado dos entradas para el próximo concierto de su grupo favorito, y estaba como loca de contenta, seguro que a Mike le encantaría su idea. Tal vez, cuando viera las dos entradas, volvería a sonreír como lo hacía antes.

A Nuria le encantaba esa sonrisa. Bebía de ella, y cada vez que la veía no podía evitar sonreír ella también, pero hacía un par de semanas que la había perdido de vista.

Como iba con tiempo de sobra, decidió darse una vuelta por el Retiro antes de coger el metro. "El pulmón verde de Madrid", siempre lleno de gente paseando, de familias, de madres con bebés, de jubilados, de parejitas, o de solitarios caminantes que parecen no saber lo que es un reloj dentro de una ciudad que se mueve siempre con prisa. Nuria se unió a estos últimos, aun pensando en Mike.

Mike era genial, simplemente el chico perfecto, por no hablar de lo bonitos que eran sus ojos. Y qué guapo estaba ayer... Sí, iba verdaderamente guapo, con esa camisa a cuadros que le sentaba tan bien.

A lo lejos, vio a una pareja sentada en un banco, y el parecido de la camisa del chico con la de Mike le llamó la atención. Como no tenía un destino fijo, continuó el paseo en su dirección. La camisa era realmente parecida a la de Mike, sí, casi idéntica. Y tan idéntica ¡era él!

Notó que se formaba un caos silencioso en su interior, como cada vez que le veía. Su corazón empezó a bombear un poco más rápido de lo normal y su capacidad de concentración disminuyó casi instantáneamente. Pero esta vez, la sonrisa que solía dibujarse en sus mejillas al verle esperó dubitativa antes de aparecer, ¿qué hacía Mike allí? Se suponía que estaba estudiando matemáticas, ¿no?

Sí, él debería estar en su casa, pero no era así. Y era él, no había ningún error, estaba demasiado cerca como para confundirle con otra persona. Pero, ¿y ella? ¿quién era ella?

Mike, el asquerosamente responsable estudiante, acarició a la chica que estaba sentada a su lado, y le regaló una de las sonrisas que Nuria había visto tantas veces.

Su pulso deceleró hasta casi extinguirse, mientras miraba atónita al presunto mentiroso. ¿Presunto? De presunto nada, le dijo una voz en su cabeza mientras este besaba a su acompañante justo delante de sus narices. No podía creer lo que veía, sus ilusiones, todo su mundo, chocó contra el suelo en un golpe seco, mientras las lágrimas asimilaban la información más rápido que su corazón, y resbalaban por sus mejillas dejando un rastro brillante y ligeramente rosado a su paso.

Por un momento la escena le pareció una sarcástica toma falsa, como si su propio guión se burlara de ella regalándole su papel a una desconocida. Bajó los ojos desconcertada, no pudo seguir mirando. Su mente estaba paralizada, inutilizando a su vez a su cuerpo. No quería, no podía moverse; todas y cada una de sus neuronas estaban demasiado ocupadas en encontrar respuesta a una nueva y a la vez familiar pregunta, ¿Por qué?


viernes, 11 de junio de 2010

Nena, si no apuestas, no ganas

4:04 de la mañana, casa de Mike.

Puertas cerradas, música, alcohol, mucho alcohol.
¿Y en el salón? En el salón, un secreto más.

Las persianas no estaban del todo bajadas, y la luz de las farolas proyectaba circulitos en las paredes de la habitación. Andrew, sentado en el sillón grande, sostenía a Kate entre sus piernas. Lo que quedaba de un cubata se deslizó entre los labios de ella mientras él jugaba con su pelo, enredándolo en tirabuzones.
Kate dejó la copa en el suelo y Andrew se acercó más a ella, rozando con los labios sus mejillas encendidas, tentándola. Poco a poco, la sonrisa de él recorrió su cuello, para después arrastrarse ilícita hasta su boca.

Si Kate hubiera conservado intacta su capacidad analítica, quizás no se habría dejado besar, pero el ron decidió que ese día no tocaba responder ante el sentido común.
Con suavidad, atrapó en labio inferior de él entre sus dientes.
Él se dejó morder mientras dibujada su espalda entre caricias. Su lengua se deslizó en la boca de la chica, y, despacio, tomo parte en su juego nocturno, lanzando los dados y sacando un seis doble.

A veces, un análisis de consecuencias lo echaría todo a perder, ¿no estás de acuerdo?



lunes, 7 de junio de 2010

Play it

Ven, atrévete a cuestionarte lo que de verdad te hace ser feliz.
Sé sincero, ahora que no te oye nadie, ¿Qué harías si no tuvieras miedo?
Te doy diez segundos para contestar, aunque sé que no necesitas tanto tiempo, no es la primera vez que te pones a ti mismo en esta hipótesis.

Seis, cinco, cuatro...

Puede que incluso te dé tiempo a enumerar más de un sueño.

¡Cero!

¿Los tienes? Ahora dime, ¿de verdad merece la pena quedarte parado
delante del borde y no saltar? No.
No sé qué es exactemente lo que has pensado, pero sí sé que deberías dejar formar parte de tu vida a todas esas emociones que te estás prohibiendo.
Olvida a tu sentido común, ¿quieres? Imagina todo lo que podrías ganar si dejas que se pierda.

¿Y si no ganaras? Daría igual. Aprenderías algo nuevo, te levantarías, no te habrías quedado con la duda y por encima de todo,
sabrías que lo intentaste.

Yo soy una cobarde, y ni siquiera he sido capaz de responder a la pregunta que acabo de hacerte. Tengo miedo incluso de contestarme a mí misma, sí. Pero lo que aun no sé es si tengo miedo de perder
... o de ganar.

martes, 1 de junio de 2010

Let it be

Me acerco a ti y te doy dos besos. Esta es una de las pocas veces que cuando digo encantada de conocerte lo hago por algo más que una costumbre, es más, acabas de sonreír y me parece que "encantada" es quedarme corta.
Tienes unos ojos preciosos. Amables, sonrientes ellos también.
Verdes, mágicos.

Me siento a tu lado, y pienso que me encantaría que nos conociéramos desde hace tiempo, que no quedara ningún hielo que romper entre nosotros.
Lo bueno de mis sueños es que los problemas espacio/tiempo quedan sometidos a la voluntad de mi subconsciente, así que, decido que nos conozcamos. Mírame. Vivimos al menos tres vidas juntos en tres segundos. Ya está, ahora somos cómplices. ¿Lo sientes?
Me coges de la mano y me acaricias despacio, aun no has parado de sonreír.

¿Tanta confianza en menos de dos minutos? Es tan sencillo como entender que esto no es del todo real. Aquí no existen esas pequeñas directrices protocolarias que a veces frenan mis pequeñas locuras.
Aquí no hay un qué dirán, ni un sentido común.

Sé que va a sonar el despertador, hay más luz de la cuenta, pero no quiero dejarte atrás.
Entiendes sin preguntarme en qué estoy pensando, y dices
"No voy a dejarte sola, lo sabes. Vuelve cuando quieras, estaré esperándote."
Sin más, has conseguido tranquilizarme, que no mentirías.
Puedo abrazarte, pero prefiero seguir mirándote, me gustaría recordar tu sonrisa cuando me despierte. "Volveré." te digo sin palabras mientras me evaporo poco a poco.

sábado, 22 de mayo de 2010

No hay sitio para los dos

Estoy asustada, creo que he estropeado tu recuerdo. ¿Crees que se puede hacer eso?
Probablemente el problema haya sido el exceso de uso.

Por las noches es cuando más abusaba de su consumo. No quería sentirme sola, y me emborrachaba de ti. Te perfeccionaba, te pintaba, cambiaba las cosas que habías dicho por las que me habría gustado oír. A veces, imaginaba que volvías, que me abrazabas hasta que me quedaba dormida.
Pero los días se me hacían eternamente largos. Cada vez tenía más mono de tí, y eso me hacía estar de muy mal humor. No tenía tiempo para cerrar los ojos e inventarte, así que me enfadaba, arrugaba tu recuerdo, tanto que al mirarlo parecía que fingías cuando me besabas, que tus abrazos eran sospechosamente cortos. Me hacía sentir idiota, y le pegaba patadas hasta sacarte de mi cabeza.

De tanto manosearlo, se ha desgastado. Se ha desgarrado, y ya no puedo leerlo.
Ya no sé quién eres, si el chico cariñoso que me hacía sonreír o el imbécil que se largó sin importarle dejarme tirada. Ya no te conozco.

Y ahora ... ahora quiero pisotearlo, acabar con lo que queda de él, porque ya no eres tú.

Pandora

Ésta tarde Cristina estuvo con él, se encontraron por casualidad cerca de la biblioteca, y acabaron hablando de camino al metro.
Ahora está escuchando música, y mientras se cambia de ropa, se descubre buscando su olor en la chaqueta que acaba de quitarse.
Pero, ¿qué está haciendo?
Un traicionero soplo de viento se cuela por la ventana, desordenando las hojas cuidadosamente ordenadas del escritorio. Ella suspira, pensando lo que le costará ordenarlas de nuevo, y, de repente, ahí está el olor que buscaba. Inconfundible. Basta una pequeña inhalación para viajar directa a sus brazos. Cierra los ojos y comprueba cuan nítido es el recuerdo de su calor, de sus caricias.
Recuerda sus ojos verdes, y cuánto le molestaba que algunos días no le prestaran demasiada atención.
Recuerda que una vez, hace poco más de un año, él rompió sus esquemas y descolocó tanto su mundo que no ha vuelto a ser la misma desde entonces.
Y qué fácil le resultaba hacerle sonreír ...

Cris siente que vuelve a sumergirse entre los colores de sus recuerdos, y como sabe lo que le costará volver a la orilla si sigue dejando que la marea la arrastre, se obliga a recordar que su historia con ese chico terminó hace mucho tiempo, y que fue él quien decidió marcharse.

Se relaja, respira hondo y sigue desabrochándose los vaqueros.
Pero su móvil, bajo una apariencia inocente, atrapa su atención. Vibra y la pantalla se ilumina. No, no puede ser... es Él.

te quiero escuchar

Una gota de agua golpeó su zapato, seguida de otra que no dudó en recorrer su mejilla.
"Genial, por si fuera poco, ahora se pone a llover." Pensó.
Mientras su enfado con las nubes grises aumentaba por momentos, su bolso, olvidado en el tobogán, empezó a vibrar. Jane se acercó a él y lo sacó del bolsillo derecho.
Jack Casa llamando.

Pulsó la tecla verde - ¿Jack? -
- ¿Se puede saber dónde te has metido, Jane? Llevo horas buscándote - . Contestó su amigo.

La chica suspiró, aliviada al fin y al cabo al pensar que alguien se preocupaba por ella.

- En un precipicio, Jack, ahí es exactamente donde estoy. Y ... no sé si saltar. No porque me de miedo caer, sé que no me dolerá el golpe, si no porque no sé si lo que hay aquí merece la pena, si todavía queda magia por la que luchar. Entiende que, si salto, tendré que olvidar este sitio sin saber si había alguien esperándome.

Jack comprendió sin necesitar más explicaciones el problema de su amiga, como hacía siempre. Su indecisión, su aversión al cambio, que su esperanza aun no se había borrado del todo.

- Siempre puedes saltar ahora, antes de que abajo tampoco quede nada - le dijo.

Esperó un par de minutos, pero la única respuesta que obtuvo fue el silencio al otro lado de la línea.

- Escucha, Jane; si de verdad hay alguien ahí arriba, bajará a buscarte.

- Jack ... tengo miedo - contestó ella con los ojos anegados en lágrimas.

- Estoy aquí, y sabes que yo nunca te dejaré sola. Sé valiente, pequeña, ¡salta!

Jane colgó el teléfono, pero Jack estaba tranquilo. Sabía que ella ya sabía exactamente qué hacer. Sabía que era fuerte, que este era un mal momento, pero que sabría salir a flote.

No se equivocaba, a tres kilómetros de donde él estaba una chica morena recogía sus cosas y volvía a casa.

viernes, 21 de mayo de 2010

¿Podrías ayudarme?

No voy a decirte mi nombre, pero voy a pedirte un favor, necesito que rompas la burbuja molesta en la que estoy encerrada.
No es una barrera física, pero es completamente real.
No puedes tocarla, no puedes verla, pero yo puedo sentirla.
Está aquí, me envuelve, adormece mis latidos.
Creo que el diccionario la llama Apatía.
Es igual, yo no necesito buscarle un nombre, solo quiero que desaparezca.

No podría decirte que estoy triste, ni contenta, ni siquiera soy capaz de enfadarme, ¿para qué? No llegaría a ninguna parte, perdería el tiempo dando vueltas en círculo, como siempre.
¿Llorar, gritar, reír? No, no me sale.

domingo, 16 de mayo de 2010

Su pequeña gran mujer

Su corazón guardaría esa imagen durante toda su vida; ella, preciosa.
Atrevida, delicada, pequeña, suya.
Parada delante de él, en bragas y ya sin sujetador, abrazando un pañuelo granate por delante de su pecho. Su pelo rubio caía presuntuoso sobre su espalda desnuda.

Sonreía traviesa, tratando de parecer aun más atractiva de lo que ya resultaba sin necesidad de encoger la tripa.
Inocente princesa escondida detrás del rastro rojo de un pinta labios.

Sus grandes ojos castaños, perfilados con pintura negra, parecían esferas de caramelo líquido. Excitados, brillantes, llenos de emoción, pero también de miedo. Ellos fueron los que la delataron, revelando estar asustados bajo esa fachada de femme fatale. Pero a pesar de todo ella era valiente, y su mirada decidida.

Describió un semicírculo con los dedos del pie en el parquet de la habitación.

- Ven. - Le dijo sin dejar de mirarle. Y si no estaba segura de lo que quería, su susurro sugerente no lo demostró en absoluto.

sábado, 15 de mayo de 2010

Bajo la tiranía del subconsciente

Estabas aquí, conmigo, como siempre. Abrazándome, protegiéndome, cuidándome como si aun fuera tu niña pequeña.
Los dos tirados en el sofá, como si nada más importara, como si el reloj se hubiera desintegrado, como si el mundo fuera Nuestro , y nosotros el uno del otro.
Susurraste que me querías mientras acariciabas mi pelo.
Dijiste que no te irías nunca, que no me dejarías sola.
Yo te respiraba, estabas tan cerca ...

Pero entonces, desperté.
Choqué contra la realidad aun adormilada, y acusé el golpe.
Demasiado contraste entre sueño y realidad; Ahora todo era luz, y tú no estabas conmigo.
Otra vez el odioso sonido del despertador. Otra vez asumir que volvía a ser lunes.

lunes, 10 de mayo de 2010

Tirando de tu corazón

Nos empeñamos en hacerlo nuestro,
y nos equivocamos.

El amor no está hecho para dormitar en una jaula y cantar dócil,
tiene un mundo que mover.
El amor es libertad, es fortuito, salvaje a la par que dulce.
El amor lo es todo, es brillante, es un destello.
Y, a veces, el amor no encaja en el concepto estricto de lo eterno.
Puede que no tenga límites, pero eso no significa que no tenga un final.
No, todas las clases de amor no están destinadas a la eternidad.

Y cuando quiere irse ... lo único que se puede hacer es dejarle marchar,
nadie podría retenerlo.

viernes, 7 de mayo de 2010

Time out

No puedo decir que no estuviera avisada.
Sería cínico por mi parte mentir diciendo que jamás había oído hablar de cosa semejante, porque estoy harta de oírlo, y seguro que tú también;
"El tiempo es oro." Suelen repetir.
Sabiendo esto, y asegurando estar de acuerdo con ello, lo ignoramos por completo. Desperdiciamos el tiempo. Dejamos que la arena del reloj se deslice entre nuestras manos, mientras nos preocupamos de cualquier otra cosa.
Distraídos, equivocados, absurdos.
De repente, dejamos de sentir el roce suave de los granos de arena sobre nuestra piel, y entonces, solo entonces, nos preguntamos a dónde han ido a parar todos esos minutos que antes casi sobraban.

Y yo me pregunto, ¿tú dónde te has ido?

Y sí, incluso soy capaz de quejarme por haber llegado tarde.

In a little while


El cielo aun no estaba totalmente cubierto por las habituales nubes de Abril, pero se adivinaba que no tardaría en estarlo.
Jane viajaba al lado de su madre, en el asiento del copiloto.
Mientras el wolsvagen sorteaba a los otros coches, pequeñas gotas comenzaron a deslizarse por el cristal de las ventanas.
Distraída, dejó a sus ojos pasear por las líneas discontinuas de la carretera. El asfalto le pareció más austero, duro y frío ahora que estaba mojado.

- Jane, cielo, ¿te pasa algo? -
- Nada, mamá, ¿qué me iba a pasar? -

Jane no podía liberar a las lágrimas que se agolpaban en sus ojos, no podía dejar que los demás notaran que estaba triste.
A Jane no le gustaba la lluvia, pero esta vez, agradeció que el cielo llorara por ella.



PD: I think of you often, have you forgotten
the way you looked at me, when we met?


miércoles, 5 de mayo de 2010

Si no siento el roce de tu cuerpo junto a mí

Mia no tiene nada que hacer. Bueno, sí, debería estar estudiando, pero considera que tiene mejores cosas en las que perder el tiempo.
Coge su cuaderno gris, y se pone a leer lo que escribió la noche anterior.


Eva está tumbada en el sofá, viendo el final de una de esas películas románticas que te hacen llorar. A veces, y esta es una de esas veces, las películas, como las canciones, hacen que te pares a reflexionar.
Que te des cuenta de que has cometido un error, y de que aunque no lo quieras admitir, eso te duele. De que lo que está estropeado, podría arreglarse dejando atrás el orgullo, que al fin y al cabo, también puede hacernos débiles.
Y aun llorando, piensa que le echa de menos. Mucho. Más que antes.
Y se lo dice, ¿por qué no? "Te echo de menos". Mensaje enviado.
Ya no hay vuelta atrás, pero ella no necesita volver a atrás, ¿para qué?
Sabe que esto es un nuevo principio. Que es el paso que no se había atrevido a dar, y que por fin ha superado.
Solo espera que no sea demasiado tarde.



A Mia le encantaría ser tan valiente como acostumbra a escribir que es.
Pero no, ella se esconde tras otro nombre, tras un montón de frases, de textos en los que dice lo que no sería capaz de decir en la vida real.
Y le da rabia descubrirse cobarde, pero no es capaz de cambiar. No puede, no encuentra la fuerza suficiente para reordenar sus esquemas y gritar, vivir, querer, reconocer que quiere...
¿Y, de dónde se saca el poder para decir hoy juego, hoy gano?
No lo sabe, y sigue leyendo, sigue siendo la misma cobarde de siempre.

Mia se equivoca, porque la vida está hecha para los valientes.

martes, 4 de mayo de 2010

Tuya.

Dicen que cada fotografía tiene una historia. ¿Crees que es verdad? Yo creo que sí.
Pues ven, mira esta.





¿Qué te parece? Desde luego, yo no soy ninguna fotógrafa profesional, pero si me permites, creo que es bonita.

Bueno, ¿quieres oír su historia? No es gran cosa, pero a lo mejor te gusta.
Verás, le dediqué esto a alguien el día que la saqué;


Las olas, suaves, acarician mis tobillos descalzos. Es una sensación muy agradable, me gustaría poder compartirla contigo.
¿Sabes a qué me recuerda el color del mar ahora mismo?
A tus ojos. Ese azul tan brillante...
Decido sacar una foto, sería una pena olvidar una imagen como esta.
Es un momento, guardo la cámara y sigo mirando al mar.
La marea está bajando, y yo la persigo, me uno a ella, juego, me dejo llevar.
Cuando salgo del agua, dibujo un corazón en la arena.
Me encantaría abrazarte, oír juntos el murmullo de las olas, decirte que te he echado de menos.
Me encantaría que estuvieras en esta playa, convertirla en Nuestra Playa.

He pensado que voy a quedarme aquí hasta que se ponga el sol, y sacaré una foto también entonces.
Así, será como si hubieras estado conmigo, lo será el día que te la enseñe, te lo prometo
.


jueves, 22 de abril de 2010

Stuck in a moment.

Pero, ¿qué haces? No me mires.
No sigas, me estás haciendo recordar.
Y no puedo, no quiero, no ... por favor, no me obligues a preguntarme por qué se acabó, cómo empezó.
No me gusta tener que ocultar lo que quiero, así que no me hagas quererlo.

Quererte ... ¡no! Sería muy difícil, incluso más que antes.
Empezar de cero ...
¡Deja de mirarme! ¿No ves que estás confundiendome otra vez?
De todas formas ... ¿Sería posible?
Alargar el tiempo. Saborear canciones. Escuchar besos. Beber emociones.
Quererte, sí. Claro que sería posible, maldita sea, ¡es un hecho!
Puedes seguir mirándome, ya no quiero parar

viernes, 19 de marzo de 2010

Gutierre de Cetina.

Ojos claros, serenos
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?

Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.

¡Ay, tormentos rabiosos!

Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.

domingo, 14 de marzo de 2010

Y dibujar un corazón

¿Por qué? No había un por qué, pero ella estaba enamorada. Enamorada sin más, sin remedio. Total y absolutamente enamorada.
¿Y qué significaba enamorarse? Era simplemente un juego. Un regalo, una sonrisa. Bueno, si le hubieran pedido que fuera sincera, habría admitido que no sabía qué era exactamente, pero tenía muchas ganas de aprenderlo.

Y también tenía unas ganas tremendas de que todo el mundo se diera por enterado de que la felicidad invadía cada rincón de su cuerpo.
Gritarlo, sí, subir a la montaña más alta del planeta y vociferar lo mucho que le quería, revivir una y mil veces ese beso, pintar su nombre en cada pared... pero sobretodo, no dejar de sonreír.


http://http//www.youtube.com/watch?v=75OSZElYB9E



Carry me home.


"Si deseas algo con mucha fuerza, déjalo en libertad. Si vuelve a ti será tuyo para siempre. Si no regresa, no te pertenecía desde el principio."

En mi caso, hace mucho que deje de intentar traerle a la fuerza (con la estúpida esperanza de que volvería antes o después).
Pero ahora está claro que no tiene ninguna intención de regresar. Entonces qué, ¿no me pertenecía desde el principio? menudo consuelo.

sábado, 13 de marzo de 2010

Ella, y solo ella.

Aquella chica iba a acabar con él, ya era oficial.
Era ...demasiado perfecta. Demasiado imperfecta, demasiado distinta a todas las demás. Además, cualquiera que la viera sonreír entendería que aquella era más que una sonrisa bonita o fea, era sencillamente única.

Ella. Solo ella. Total y absolutamente incomprensible, un caso a parte, que dicen.
Ella y sus impredecibles cambios de humor, ella y sus enfados tontos. (Pero tenía que reconocer que aún estaba más guapa cuando se enfadaba.)


http://www.youtube.com/watch?v=pquhYpGHrlw