lunes, 30 de agosto de 2010

Sobre el papel, desde el vagón

- Porque podría haber sido un beso arrepentido, vergonzoso, un beso huidizo que odia sentirse sucio, pero es que no ha sido así. No, tu beso ha sido tan frío como el tacto de la acetona, tan traidor como las manecillas de un reloj. Descarado como el sol que te daña los ojos haciéndote pestañear...

Suspiró, sintiéndo un dolor extraño no supo exáctamente donde.

... ¿Cómo te atreves? ¡¿Cómo has podido besarme como si tal cosa después de besarla a ella?!

Marta siempre solía racionalizarlo todo y ante todo ser imparcialmente empática con los demás. Ponerse en su lugar, asumir que todos y cada uno de nosotros tenemos sentimientos y nadie debería juzgarnos por eso. Pero esta vez no podía pensar, las palabras salían disparadas del boligrafo y corrían ríos de tinta azul por el papel, que de vez en cuando se arrugaba por la humedad de las lágrimas que caían desde arriba.

No quería buscarle explicaciones a nada, ya sería razonable mañana; Todo lo que le apetecía ahora era descargar su desilusión en forma de insultos y seguir llorando, nada más.
Decirle todo lo que querría poder decir en voz alta, pero eso sí, todo por escrito. Y si necesitaba gritar, exclamaciones o mayúsculas.
Sabía que desde ese día no podría volver a mirar a Miguel a los ojos, no después de lo que le habían contado, no pensando que cada palabra que le dijo era una burda metira. Se había reído de ella, de acuerdo, pero no era lo suficientemente fuerte como para descubrir por si misma un deje burlesco en sus ojos azules, era infinitamente más fácil desaparecer del mapa, al fin y al cabo él no se molestaría en buscarla.

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