miércoles, 24 de noviembre de 2010

Y al soplar, el aire se volvía blanco

Nevaba. Tanto que las farolas estaban cubiertas de nieve, como las aceras y los tejados de las casas. No sé cómo Peter me aguantó la mirada sin pestañear, ni por qué no protestó por el frío que hacía. De hecho no sé cómo no se había cansado ya de mí hacía mucho, mucho tiempo.

- Vamos, Ana, deja de poner esa cara, ¿desde cuando te gusta eso de hacer pucheros?
- Es que no me sale otra cara, imbécil, y además estoy a punto de llorar.
- Bueno, pues llora, ¿no? Lo mismo así dejas dejas de estar triste y después regalas una sonrisa burlona de esas tuyas.

Sonrió. Todavía no sé cuándo se me ocurrirá la manera de hacerle entender lo mucho que me gustan sus sonrisas.

- No, eso sí que no. Llorar es muy desagradable, no tengo ganas.
- Vaya, esto es nuevo, y... ¿por qué no te apetece, si no es mucho preguntar?
- Porque... - Sorbiendome los mocos y haciendo un mohín, contesté con la sinceridad ingenua propia de una niña pequeña - Porque me voy a mojar.

Rompí a reír al comprobar cómo sonaba mi argumento en voz alta, pero aún así no pude evitar que un par de lágrimas saltaran y mojaran mis mejillas. El viento sopló aún más fuerte y las heló contra mi piel. ¡Qué molesto era llorar en invierno!

- Ven aquí, tonta. - Dijo él acercándome a su hombro - No llores si no te apetece. Es más, vamos a hacer una cosa, vas a dejar de hacer todo lo que no quieras hacer, ¿vale? Y deja ya de preocuparte por los posibles daños colaterales.

Me apretó entre sus brazos y yo me acurruqué entre su abrigo y mi bufanda.

- Gracias otra vez - dije.

Él suspiró. - Deberías escucharme más a menudo, Ana... Cuando vives por los demás te consumes, te lo dije.

1 comentario:

  1. mmm...hay gente que se pasa de ser egoista y de pensar en si misma...y hay gente, que no llega!
    en el término medio esta la clave!:)
    muah

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