sábado, 22 de mayo de 2010

te quiero escuchar

Una gota de agua golpeó su zapato, seguida de otra que no dudó en recorrer su mejilla.
"Genial, por si fuera poco, ahora se pone a llover." Pensó.
Mientras su enfado con las nubes grises aumentaba por momentos, su bolso, olvidado en el tobogán, empezó a vibrar. Jane se acercó a él y lo sacó del bolsillo derecho.
Jack Casa llamando.

Pulsó la tecla verde - ¿Jack? -
- ¿Se puede saber dónde te has metido, Jane? Llevo horas buscándote - . Contestó su amigo.

La chica suspiró, aliviada al fin y al cabo al pensar que alguien se preocupaba por ella.

- En un precipicio, Jack, ahí es exactamente donde estoy. Y ... no sé si saltar. No porque me de miedo caer, sé que no me dolerá el golpe, si no porque no sé si lo que hay aquí merece la pena, si todavía queda magia por la que luchar. Entiende que, si salto, tendré que olvidar este sitio sin saber si había alguien esperándome.

Jack comprendió sin necesitar más explicaciones el problema de su amiga, como hacía siempre. Su indecisión, su aversión al cambio, que su esperanza aun no se había borrado del todo.

- Siempre puedes saltar ahora, antes de que abajo tampoco quede nada - le dijo.

Esperó un par de minutos, pero la única respuesta que obtuvo fue el silencio al otro lado de la línea.

- Escucha, Jane; si de verdad hay alguien ahí arriba, bajará a buscarte.

- Jack ... tengo miedo - contestó ella con los ojos anegados en lágrimas.

- Estoy aquí, y sabes que yo nunca te dejaré sola. Sé valiente, pequeña, ¡salta!

Jane colgó el teléfono, pero Jack estaba tranquilo. Sabía que ella ya sabía exactamente qué hacer. Sabía que era fuerte, que este era un mal momento, pero que sabría salir a flote.

No se equivocaba, a tres kilómetros de donde él estaba una chica morena recogía sus cosas y volvía a casa.

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