sábado, 22 de mayo de 2010

Pandora

Ésta tarde Cristina estuvo con él, se encontraron por casualidad cerca de la biblioteca, y acabaron hablando de camino al metro.
Ahora está escuchando música, y mientras se cambia de ropa, se descubre buscando su olor en la chaqueta que acaba de quitarse.
Pero, ¿qué está haciendo?
Un traicionero soplo de viento se cuela por la ventana, desordenando las hojas cuidadosamente ordenadas del escritorio. Ella suspira, pensando lo que le costará ordenarlas de nuevo, y, de repente, ahí está el olor que buscaba. Inconfundible. Basta una pequeña inhalación para viajar directa a sus brazos. Cierra los ojos y comprueba cuan nítido es el recuerdo de su calor, de sus caricias.
Recuerda sus ojos verdes, y cuánto le molestaba que algunos días no le prestaran demasiada atención.
Recuerda que una vez, hace poco más de un año, él rompió sus esquemas y descolocó tanto su mundo que no ha vuelto a ser la misma desde entonces.
Y qué fácil le resultaba hacerle sonreír ...

Cris siente que vuelve a sumergirse entre los colores de sus recuerdos, y como sabe lo que le costará volver a la orilla si sigue dejando que la marea la arrastre, se obliga a recordar que su historia con ese chico terminó hace mucho tiempo, y que fue él quien decidió marcharse.

Se relaja, respira hondo y sigue desabrochándose los vaqueros.
Pero su móvil, bajo una apariencia inocente, atrapa su atención. Vibra y la pantalla se ilumina. No, no puede ser... es Él.

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