miércoles, 5 de enero de 2011

Las desilusiones escuecen.

Todavía me acuerdo del día en que Marta me dijo que esa tarde prefería pasear sola. No tenía ojeras ni nada por el estilo, pero si conocías bien sus ojos marrones te dabas cuenta de que no estaban como siempre, a mí me pareció que llevaban por dentro un día de niebla. Yo estaba muy preocupada, fuera lo que fuera que le había pasado no podía ser bueno si volvía sus ojos grises.

- Pero Marta... ¿qué te pasa?

Ella tomó mucho aire y suspiró, bajando los párpados. Supongo que intentaba ocultar algún tipo de agitación dentro del día gris de su mirada.

- Nada importante -. contestó, pero en seguida supe que eso no era verdad. Tú también lo habrías notado, Marta nunca supo mentir.

Estuvo en silencio durante un par de minutos, y yo no le dije nada porque sabía que acabaría por contarmelo si no la agobiaba. Por la forma en que miró al suelo y se tocó el pelo supuse que quería decirme una de esas cosas que cuesta decir en voz alta.

- Hay un chico que me gusta bastante, Laura -.

Al principio esto me pareció una buena noticia, pero cuando volví a reparar en la nube de sus ojos cambié de opinión. Marta siguió hablando- Y yo a él también le gustaba mucho, pero... ya no.

- ¿Cómo estás tan segura? - le pregunté

- Porque lo ví. Verás, estábamos juntos, él estaba justo en frente de mí, como tú ahora o tal vez más cerca. Mirándome, dejando en mi tripa un vértigo chiquitín y calentándome las mejillas cuando de repente... - Inspiró otra vez y sin dejar de mirarme continuó - de repente, desde sus pupilas, una pequeña supernova dejó suspendido un destello triste, y al momento el brillo de sus ojos se había extinguido. Y incrédula comprobé que la conexión que hasta entonces habia entre los dos se había roto. Nuestra complicidad y la manera en la que hasta ese momento habíamos hablado en sileciohabían quedado reducidas a... polvo. O a mí, que seguía teniendo ganas de besarle, de hacerle un guiño sin pestañear y juntar sus ganas con las mías, mientras que él parecía haberse alejado muchos metros de repente sin haberse movido de su sitio.

- ¿Qué sentiste entonces?

- Tienes que saber que yo ya me había dado cuenta de que él estaba un poco raro los últimos días... pero nunca quise pensar que no fuera una de mis tonterias. Así que me llevé una desilusión al darme cuenta de que no era ninguna tontería, realmente él ya no sentía nada por mí y yo estaba allí quieta, sin poder atrapar a los sentimientos que se habían desintegrado en aquella supernova, pero perfectamente consciente de que algo había cambiado, se habían esfumado. Me sentí como si una ola de crueldad salada se tirara encima de mi castillo. Lo cubrió todo y cuando se retiró no quedaba ni un montoncito de arena ilusionada, ni rastro de mi castillo. Y... escoció mucho, como cuando te metes en el mar y tienes una herida en la pierna -.

- Lo siento.

- Tranquila, estoy bien.

Sabía que no tenía ganas de hablar de ello, así que le sonreí, intentando decirle sin palabras que podía irse. Supongo que me entendió porque después de darme un cariñoso beso en la mejilla se fue a pasear con las manos metidas en los bolsillos sin decir nada. Cuando la oí sollozar unos metros más allá comprendí que lo que yo había pensado que era niebla no eran más que ganas de llorar.

5 comentarios:

  1. Hermoso, de verdad.

    Se agradece.

    Saludos grandes

    ResponderEliminar
  2. muchas gracias :) pasa siempre que quieras!

    ResponderEliminar
  3. Me gusta cuando alguien te guiña un ojo sin la necesidad de pestañear o de cerrarlo. ¿Cómo se puede transmitir esa sensación sin ningún movimiento?

    Supongo que Marta debería hacer lo mismo que me recomendaste tú a mí, ojalá no siga llorando. Gracias por tu consejo, creo que lo mejor es meterse en la cama y aguardar al nuevo día con optimismo.

    A mí también me gustó tu entrada, te sigo.
    Un abrazo:

    V

    ResponderEliminar
  4. Hermoso, triste .... me ha gustado mucho.

    Un saludo :)

    ResponderEliminar

A tí también te haría ilusión que te dejaran un comentario, ¿no? :)