lunes, 30 de agosto de 2010

Sobre el papel, desde el vagón

- Porque podría haber sido un beso arrepentido, vergonzoso, un beso huidizo que odia sentirse sucio, pero es que no ha sido así. No, tu beso ha sido tan frío como el tacto de la acetona, tan traidor como las manecillas de un reloj. Descarado como el sol que te daña los ojos haciéndote pestañear...

Suspiró, sintiéndo un dolor extraño no supo exáctamente donde.

... ¿Cómo te atreves? ¡¿Cómo has podido besarme como si tal cosa después de besarla a ella?!

Marta siempre solía racionalizarlo todo y ante todo ser imparcialmente empática con los demás. Ponerse en su lugar, asumir que todos y cada uno de nosotros tenemos sentimientos y nadie debería juzgarnos por eso. Pero esta vez no podía pensar, las palabras salían disparadas del boligrafo y corrían ríos de tinta azul por el papel, que de vez en cuando se arrugaba por la humedad de las lágrimas que caían desde arriba.

No quería buscarle explicaciones a nada, ya sería razonable mañana; Todo lo que le apetecía ahora era descargar su desilusión en forma de insultos y seguir llorando, nada más.
Decirle todo lo que querría poder decir en voz alta, pero eso sí, todo por escrito. Y si necesitaba gritar, exclamaciones o mayúsculas.
Sabía que desde ese día no podría volver a mirar a Miguel a los ojos, no después de lo que le habían contado, no pensando que cada palabra que le dijo era una burda metira. Se había reído de ella, de acuerdo, pero no era lo suficientemente fuerte como para descubrir por si misma un deje burlesco en sus ojos azules, era infinitamente más fácil desaparecer del mapa, al fin y al cabo él no se molestaría en buscarla.

sábado, 28 de agosto de 2010

Cuidar de las estrellas puede ser un buen castigo

La luz me despierta y adormilada me refugio entre las sábanas. Como siempre, aún parece demasiado pronto.
Me froto los párpados despacio, intentando desperezarme y cojo el móvil. Once menos cuarto. Resoplo, me encantaría quedarme aquí tirada, pero no puede ser, es tarde y sigo teniendo un montón de cosas que hacer.
... Ahora que tengo el teléfono en la mano no puedo evitarlo, si lo hago antes de que termine de despertarme y mi conciencia esté completamente despejada, puedo leerlo sin arrepentirme después. Sí.
Me meto en mi bandeja de entrada y recorro con los ojos entreabiertos sus palabras una vez más. Es un mensaje corto, no como la historia que se esconde detrás de él, ni como los minutos cuando la persona que lo escribió no está a mi lado. Es un mensaje que a pesar de todo acaba con una despedida.

Al llegar al punto final siento como algo golpea insistentemente mi caja secreta. Oh, vaya, parece que las ganas que echar de menos están algo inquietas. Pero no puedo dejarlas salir... sé que ahí dentro, con tanto sentimiento confuso casi no tienen espacio, pero tengo que conseguir que se queden donde están; Guardarlas es tan necesario como lo era decir adiós.

Y desde luego que lo segundo era absolutamente necesario, porque las cosas no podían seguir así.
Reconozco que todo amenazaba con ponerse patas arriba porque forcé demasiado la cerradura de mi cajita, y de hecho no sé cómo no acabó por romperse de tanto abrirla y cerrarla sin ton si son...
Recuerdo que, cuando Él venía, yo sacaba las miradas cómplices y se las regalaba. Vaciaba casi por completo mi pequeño escondite y él se llevaba alguna docena de mis sonrisas, yo le daba rienda suelta a mi locura y me empapaba de sentimientos amables. Pero antes o después Él desaparecía y yo volvía a guardarlo todo, absolutamente todo, como si nunca hubiera pasado nada. Y todo esto en silencio, sin poder preguntar cuándo pensaba volver, sin poder llamar la atención porque, claro, era un secreto, no se podían dar voces.

¿Y qué pasó? Que yo quise gritar, quise saltar, quise no tener que ocultar que algo había cambiado, que sentía algo especial a jornada completa y no solo cuando no había nadie mirando. Eso era lo que quería, tanto lo quería que las últimas veces que él desapareció me costó mucho más dejarlo todo ordenado. La cerradura chirriaba, los sentimientos se resistían a desparecer sin más y... y se tuvo que acabar. O todo o nada, no podía darle una tercera opción porque yo misma no tenía otra opción.

Acordamos decir adiós, y no por susurrarlo el trato fue menos molesto. Pero un trato es un trato, y yo he asegurado perder la llave de mi cajita, así que no sé qué hago pensando en todo esto. Fuera, se acabó. Por ahora voy a dejarme de recuerdos ácidos, sí, lo mejor va a ser bajar a desayunar.

viernes, 13 de agosto de 2010

Never up to me

Él siempre va el primero; Es una constante, una verdad universal que no creo que consiga cambiar jamás. Nunca me escucha, no atiende a razones; No te puedes imaginar lo cabezota que puede llegar a ser.
Lo peor es que es un completo desorden, siempre perdiendo las llaves. Mira que le tengo dicho que no deje entrar a nadie...
Pero no hace caso, es como un niño pequeño, tanto por irresponsable como por goloso. Adora el humo nocivo de las palabras dulces que se pueden susurrar.
Bueno, y por si fuera poco, es temerario hasta decir basta; Tiene por costumbre precipitarse al vacío antes de calcular distancias. Se ha tropezado tantas veces con su imprudencia que yo creo que ya está aprendiendo a levantarse él solito.
Al fin y al cabo, es su culpa ser el pupas, si me diera tiempo para analizar la situación antes de saltar, no nos iría tan mal. Pero no, él nunca me deja tiempo para planificar nada, y mucho antes de que mi cabeza haya acabado con los proos y los contras él ya se ha vuelto a enamorar.
Sí, es obvio que a veces me desespera, pero qué le vamos a hacer, a fin de cuentas si él decide parar, parámos los dos.
Aunque después de lo de ayer lo que me extraña es que no lo haya hecho ya; cuando les ví, él se desequilibró y se cayó, pero creo que aún no ha tocado el suelo... Bueno, no importa, no puede estar muy lejos, sigo oyéndole latir.

jueves, 12 de agosto de 2010

Every girl but not you.

El problema es que te has pasado de la raya. Sí, has colocado tus barcos más allá del coqueteo picante, de los muchos puntos comunes que parecíais tener cuando a los dos os apetecía impresionar. Más allá de los cuatro chistes del primer día, de las sonrisas correspondidas y de la amabilidad caballera de la primera impresión. ¿Y ahora? Agua.

Él suelta una imprudencia simpática y ellas se ríen, pero tú ya la has oído antes. Lo siguiente es un comentario gracioso (que ayer perdió su gracia) y hoy sobra lo mires por donde lo mires. Monotonía en su sorprendente piropo, que hoy no te toca a tí. Tu sonrisa gastada en respuesta a una caricia escondida que en el momento es tuya pero no tiene dueña fija.
Cuentas hasta diez y notas como tu corazón fugitivo deja atrás las mentiras que en este sitio son un bien común, buscando algo más que un Don Juan con sonrisa atrativa. Se ha(te has) cansado. Levad anclas, aquí no hay nada más que ver.
¿A dónde va? No lo sabes, y nadie se ha dado cuenta de que se ha marchado molesto, pero ya no está aquí, resulta que tiene mejores cosas que sentir.

martes, 10 de agosto de 2010

Regálame los oídos

Y bueno, ¿qué me dices de Pablo?
¿De Pablo?
Sí si, se os ve muy juntos, ¿no?
No, qué dices, es solo un amigo.
Ah, vale, vale.

Esta conversación no le convenía, pero por fin alguien le había sacado el tema. Últimamente Pablo era un tabú, no podía hablar de él, nunca, alguien podría malinterpretar... Pero ahora que le habian dado la oportunidad, se sentía como si le hubieran ofrecido deslizarse por un tobogán en vez de bajar por las escaleras.

No, haber, pero... ¿por qué lo dices?
No lo sé, ¿no notas que hay química?

Celia rompió a reír intentando disimular que le encantaba que juntara sus dos nombres y la palabra química en la misma frase.

No digas bobadas, ¿no notas que entre él y cualquier chica hay química? Hace lo mismo con todas, solo está jugando.

Incluso su amiga percibió la mueca involuntaria que arrugó sus labios al decir la última frase.

A mí me parece que contigo no es lo mismo, Celia, hablo en serio. Todos sabemos que siempre está metiéndole fichas a todo el mundo, pero la forma en que te trata a tí es distinta. Cuando te mira, cuando... bueno, es igual, porque a ti no te gusta, ¿no?

Ella se había quedado colgada en algún punto entre el nirvana y el mundo real tras escuchar que "con ella era diferente", pero todavía sabía mentir.

No, para nada. Además, Ana y él...


La conversación cambió su rumbo y desembocó en planes para la noche siguiente, lo que no significa que Celia no hubiera seguido escuchando lo que quería oír durante horas y horas.

sábado, 7 de agosto de 2010

Contrarreloj

El tiempo sigue avanzando a sesenta minutos por hora, como lo ha hecho siempre; Sin excepciones, sin tiempos muertos, sin descanso.

Su despedida es un final inminente, pero la amenaza de no volverle a ver se difumina a lo lejos, como flotando en su cabeza, sin llegar a hacerse un sitio fijo en su agenda. Por mucho que lo intente no puede asimilarlo, demasiado tiempo juntos para
decir adiós en siete días.
Adiós y tantas otras cosas que todavía no le ha dicho... Ella contaba con años para inventar emociones nuevas, para crear recuerdos, para abrazarle, para seguir riéndose juntos, y ahora, casi sin darse cuenta, con cada movimiento de las agujas del reloj pierde la oportunidad de recordarle que le quiere una vez más.
Siete días, ni uno más. Menos de 200 horas para verle sonreír. ¿Y después? ¿Quién podría imaginarse una vida sin él? Ella no, todo le parece demasiado diferente, frío, un completo caos.
Cuando trata de pensar en un supuesto septiembre sin oír su voz un nudo molesto se instala en su garganta y vuelve a tener ganas de llorar. Por miedo, por impotencia, porque sabe que aprenderá el superlativo de echar de menos en cuanto él ponga un pie en el avión.

Se agota viendo las manecillas moverse, cada segundo es uno menos. Exhausta, aparta la mirada del reloj y bloquea su corazón, anestesia su impaciencia y cierra los ojos. Está dormida y él no está con ella, es decir, ya está perdiendo el tiempo otra vez.

jueves, 5 de agosto de 2010

Su pequeña A

Ana se rie, dejando que su felicidad se expanda por la piel de Adrián. Despreocupada, agacha la cabeza entre carcajadas cristalinas, y al levantarse otra vez un rayo de sol se cuela en sus ojos, dibujando contrastes esmeralda donde antes reinaba un verde uniforme (cuyo monocromatismo tampoco habría pasado despercibido).
Todo parece permanecer inmóvil durante un minuto, todo menos los mechones castaños de ella que se dejan mecer por el viento y el corazón de él, que no puede parar de latir. En ese momento, Adrián se siente dulcemente vulnerablefrente a ella. Expuesto a sus movimientos, sean cuales sean. Entiende que una sola palabra suya podría arrancarle una lágrima y que por un beso sería capaz de convertirse en Becquer. Pero su nuevo talón de Aquiles no le resulta molesto, el riesgo merece la pena. Aunque solo sea por no perder la sensación que le recorre cuando la abraza y se empapa de su perfume, por no olvidar que ahora todo ha cambiado de color.